Como pucelano he tenido que enseñar nuestra Semana Santa a decenas de amigos que se han quedado pasmados del tesoro artístico, cultural y religioso que encierra la misma. Sin embargo, no recuerdo haber llevado a ninguno a presenciar los desfiles que en años normales recorren ... la ciudad y que esta vez no podrán hacerlo por culpa de la pandemia.

Publicidad

Y tengo la sensación de que todos han apreciado más el arte de las tallas contempladas de cerca y con poca gente alrededor que vistas a lo lejos y con público abarrotándolo todo. No es lo mismo admirar en la calle la espalda de Cristo azotado o las manos de las Angustias que hacerlo sin apreturas y escuchando la historia (y las anécdotas) de un buen guía, entre los cuales no me encuentro, aunque hago lo posible por quedar bien.

No es igual el Cristo de la Luz que arranca de Santa Cruz el Viernes por la mañana que el que se esconde en la capilla del Rectorado, como son distintos el Yacente guardado en Santa Ana y el que sale en los cortejos; o la diferencia entre admirar desde la acera el Descendimiento que hacerlo sin prismáticos en la Veracruz.

Es verdad que en la quietud de las iglesias y museos faltan los tambores, las trompetas y los cofrades arrastrando túnicas, pero prefiero el interior para entender el legado de los imagineros. Así que aprovechen esta ocasión para ver de cerca lo más importante de la Semana Santa: el tesoro de sus tallas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad