Conocí a un agricultor que trabajaba a fondo los meses que el cereal lo pedía y reservaba las tardes largas del invierno para leer. Había perdido su rastro hasta hace unas semanas, cuando encontré su nombre entre los contribuidores del banco de germoplasma regional. La ... lista se puede consultar en internet: 1804 referencias de esta tierra, de cebollas, de tomates o judías, entre otras la judía blanca redondilla que él donó. Hay trigos, almendras, guisantes, melocotones y milenrama, hay lechugas de oreja de mulo de Tordesillas, de Hontalbilla y de Fresno de la Vega, porque la simiente se salta por las bravas los límites provinciales y prospera donde le da la gana. Y al contrario: la justicia hortícola puede hacer fracasar a la mejor semilla si está fuera de sitio.
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Parece que importa poco que se pierda la judía blanca redondilla cuando en el supermercado hay una pila de ellas, grandes y pequeñas, blancas y pintas. Son suficientes combinaciones para calmar nuestro estómago. Dicen que con ciento y pico especies, que como los mandamientos se resumen en poco más de diez, nos saciamos. En los 'todo a cien' puedes hacer acopio de sobres de semillas. Valladolid se ha hecho ahí un lugar con una 'Lechuga/alface/Lettuce romana', la 'Valladolid-Pucela', simiente que, según se indica en el sobre, no se produce aquí. Promete crecimiento rápido y sabor suave en francés, argelino, griego y rumano, entre otros idiomas. Los mismos sobres se reparten a miles por Amazon, junto a otros de semilla para tomates blancos, rosas, azules, negros y amarillos –¡incluso rojos!–, como si fueras a montar un ramillete de flores en vez de una ensalada. El buen color es el consuelo del mal tomate, porque el sabroso sabe que cada uno es guapo a su manera. Dice un hortelano de Piñel de Abajo que tiene catalogados más de mil tomates diferentes, y seguro que se queda corto. Los nombres que se repiten en los pueblos –gordo, largo, cabeza de gato, mandarina, cartujo, invierno, reina de la belleza, tres acantos, santian, navalosa, cebra, canestrino…– circularon de unas partes a otras del país y procrearon sus propias e infinitas variedades. Quizás la denominación más precisa sea la más acogedora, 'tomate del país' o del terreno, que vale tanto en El Bierzo como al lado de tu casa. O sea, tomate de aquí, del que madura a su tiempo.
En las huertas crecen cebollas, ajos, calabacines y acelgas, pero la alquimia perfecta de tierra y agua la destilan las tomateras. El tomate es el rey, aunque su reinado sea muy corto, porque tan pronto madura es destronado por las primeras escarchas del otoño. A medida que pintean los frutos en la mata sabes que el verano está diciendo adiós. Los tomates del país saben a tomate y tienen una piel tan fina que un día están verdes y al otro a punto de deshacerse, y hay que comérselos todos, porque en la nevera se marchitan como una flor. Son en verdad fruta del tiempo, y fuera de temporada los departamentos de I+D+i hacen lo que pueden, pero apenas llegan al simulacro. Se demuestra así su gran resistencia a los intereses del capitalismo, porque el tomate es el anarquista de la huerta. Por eso unos veranos se prodiga poco, y otro supera los pronósticos y hay que repartir a familia y amigos. Un regalo que hay que recibir con respeto y reverencia, porque es irrepetible: es imposible comer dos veces el mismo tomate, ya que ni él, ni tú, seréis los mismos el verano que viene.
Un día de septiembre tocará escudriñar las matas y aprovechar hasta el último tomatillo para conserva. Si tirar pan es pecado, desperdiciar un tomate es un sacrilegio. El último fulgor del verano se encierra en frascos, como quisiéramos resguardar en la despensa porciones de calor para calentarnos en los días fríos. Los buenos hortelanos guardarán la simiente de los ejemplares más castizos, como decían en los manuales de época, y esperarán un nuevo ciclo. Entrará el frío, y mi agricultor volverá a las tardes de lectura. Y un lunes cualquiera, si como él tienes la suerte de disponer de unos palmos de tierra y un punto de agua, habrá que ponerse manos a la obra para que prospere una nueva remesa de tomates del país, de esos que no tienen precio porque no nacieron para ser vendidos en ninguna parte.
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