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El río Pisuerga a su paso por Valladolid. J. Sanz
El Pisuerga salvaje
Vidas breves

El Pisuerga salvaje

«El río es poderoso, desobediente y desordenado. Como la vida, atrae y da miedo, y sigue sus propias normas. A su lado, nosotros somos unos aprendices»

Lunes, 13 de mayo 2024, 00:34

La ciudad no vive de espaldas al río, sino sobre el río. Si pudiera, lo cubriría con una funda de las que utilizan para que las piscinas no se llenen de cieno y salamanquesas en invierno. A los efectos, el río no deja de ser ... un obstáculo que ocasiona numerosos inconvenientes. No acabamos de encontrar el puente adecuado, porque el perfecto es el que no existe, y no se trata de anegar el cauce, no somos tan brutos. Pisuerga es una palabra complicada y no inspira grandes rimas, aunque para Valladolid sea identidad. Sobre plano, el río es un trazado completo y un nombre, aunque en el día a día es apenas un tramo, como por ejemplo las Moreras, que suena a verbena y huele a crema solar. Pero el río, los siete kilómetros y pico que atraviesan la ciudad, con ese color parduzco que no da pistas sobre si cubre un metro o diecisiete, es inabarcable y no acaba de dar confianza. Gusta cuando pasas por encima y miras la línea del horizonte, pero si observas el fondo pierdes el equilibrio, como cuando montas en bicicleta. Porque el río, pese a estar sitiado por edificios, no se doblega, y sabemos que de cuando en cuando puede dar una patada. Porque nosotros somos sus invitados, y no al revés.

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