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En teoría el deber principal de un gobierno es proteger a su pueblo, pero en la realidad demasiados de ellos solo dedican sus esfuerzos a seguir en el poder, sin pensar en las consecuencias de sus acciones para la gente corriente. No tienen ningún pudor ... en abrazar desastrosas políticas, si creen que a corto plazo van a mantener su popularidad, sabiendo bien que a largo plazo tendrán efectos muy dañinos para los inocentes que les votaron. Un claro ejemplo de ese síndrome es el gobierno del Reino Unido, que ya lleva once años destruyendo el país en nombre de una patria falsa, la populista, y actualmente tiene una mayoría absoluta en el parlamento de Westminster.
Desde 2010, el partido conservador de Gran Bretaña ha castigado al país con tres primeros ministros irresponsables, cada uno más catastrófico que el anterior, terminando con el narcisista sin escrúpulos que manda ahora. Pero el primero fue David Cameron. Ese multimillonario, que esconde su dinero en las Islas Caimán para no pagar impuestos, consiguió la auto expulsión británica de la Unión de Europa, la zona de libre comercio más rica del mundo que está a nuestra puerta. La segunda Theresa May, bautizada en honor a Teresa de Ávila. Lástima que no tenga ni rastro de la moralidad que destacaba a la Santa cuyo nombre lleva. Fue Mrs. May la que introdujo el sistema 'ambiente hostil', por creer que podría beneficiarla para conseguir el voto racista. Consiste en deportar a los que no puedan enseñar documentación que demuestre que han entrado en Inglaterra legalmente. Dado que en el Reino Unido no existen carnés de identidad, hay miles de víctimas de esta estafa, incluyendo una española que salió en el periódico The Guardian. Ella prefiere mantener el anonimato, pero su historia es la siguiente:
La llamaremos María. Llegó a Inglaterra con 11 meses, ahora tiene 44 años y una familia británica. Lleva toda su vida laboral trabajando en una residencia cuidando mayores, y, al contrario de los que mandan, siempre ha pagado sus impuestos. A pesar de sus orígenes, se puede decir que también ella misma es británica, (incluso que imagino que sabrá hacer una buena tortilla de patatas). Desde que llegó, nunca ha viajado y no tiene un pasaporte, ni español, ni inglés. Mal asunto. Ya la han despedido, por no cumplir con los nuevos requisitos, y están amenazando con deportarla. Con el frigorífico vacío y la cuenta en números rojos, la pobre está histérica. Una historia de muchas. Ojo.
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