Fueron solo cinco palabras en la campaña de las Elecciones Generales de 2008, pero revelaron mucho más. «Nos conviene que haya tensión», le espetó José Luis Rodríguez Zapatero a Iñaki Gabilondo cuando creían que nadie les estaba escuchando. El socialista respondía a una pregunta 'privada' ... sobre las encuestas internas que tenía Ferraz. Ese comentario encendió las críticas de la oposición al entender que existía una estrategia de agitación pública premeditada. Zapatero necesitaba despertar del letargo a sus votantes y ganó aquellas elecciones. El próximo domingo se cumplirán trece años de la segunda y última investidura del leonés, facilitada por los nacionalistas, siempre dispuestos a arañar más privilegios.

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La crisis global de 2008, acentuada por nuestros problemas endémicos, derivó en la aparición de nuevos partidos y en un llamamiento a la ruptura del bipartidismo. Con permiso del incipiente intento de Rosa Díez con Upyd, primero fue Podemos, después Ciudadanos y ahora Vox. Morados y naranjas viven horas bajas y los de Abascal recorrerán la misma senda en cuanto se confirmen como la comparsa de Ayuso, si es que se cumplen las predicciones del 4 de mayo.

Se mire por donde se mire, socialistas y populares mantienen el control. Por eso, cabe preguntarse si la irrupción de los llamados partidos regeneradores, travestidos en un 'más de los mismo' en cuanto tocan poder, es solo fruto de una tensión artificial y necesaria para sostener un supuesto debate ideológico que tiende a cegar a la gente ante los verdaderos problemas. Por tensión no será.

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