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Hoy tenemos en el menú tripas de periodismo. O de teleperiodismo, que en este caso no es el 'anarosagrisismo', que ni se parece, sino el periodismo a distancia. Ese que con la excusa de la pandemia se ha implantado sigiloso y traicionero. Porque los ... partidos políticos, las instituciones, 'LaLigadeTebas' y cualquiera que esté bajo el foco público serían felices si cada mañana pudieran decir a los medios de comunicación «esto entra, esto no, esto así y esto asá». Lo intentan. Siempre. Y luego, como aquel que tantas veces descolgó el teléfono para apretar clavijas, tienen el desparpajo de negarlo ante una docena de asombrados micrófonos. «¿Yo? ¡Nunca!», clamaba teatralmente el tipo. Solo le faltó envolverse en una bandera de la libertad de expresión, si la hubiera.

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En las Cortes de Castilla y León, ese edificio cuyos pasillos serían «soluciones habitacionales» para cientos de familias, y cuyos techos altos asombraron a Inés Arrimadas, hace tiempo que ya no vale el carné de prensa para entrar. Hay que acreditarse diciendo a qué se va y con quién se va uno a reunir. Por el covid, dicen. Como precaución. Otras instituciones llenan sus agendas con la coletilla «solo gráficos». Porque las fotos, acotadas y restringidas a una mesa de reunión, no importunan con preguntas. Luego ya 'informan' con notas de prensa, audios, vídeos y hasta tuits, si es preciso o si el protagonista es Igea. Los periodistas, lo más cerca, a través de zoom. Por si acaso.

La pandemia ha traído rutinas peligrosas y las costumbres se hacen leyes. Y hay quien vive más a gusto así, sin preguntas ni incordios. Olvidando que nuestras preguntas, las de todos los medios, cada uno con su línea editorial, son la forma que usted tiene de pedir explicaciones al que manda.

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