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La alcaldesa de Cartagena, Ana Belén Castejón, se fue de baile y de copas en una despedida de solteros la madrugada en que la gota fría anegaba poblaciones enteras de su municipio y ya se había cobrado tres víctimas mortales. El director general de Seguridad ... Ciudadana y Emergencias de la Región de Murcia, Pablo Ruiz Palacios, se fue al teatro a ver 'La telaraña', de Agatha Christie, la misma noche en que ese mismo fenómeno meteorológico provocaba, en esa misma comunidad autónoma, unas lluvias torrenciales y una crecida del río Segura que desalojó de sus viviendas a cientos de ciudadanos. En el primer caso, estamos ante un gesto de insensibilidad e ingenuidad en una personalidad oficial que ignoró el comprometedor potencial tecnológico de los teléfonos móviles, con uno de los cuales la grabaron moviendo su cuerpo serrano. En el segundo, se trata de algo más sangrante. No es que Pablo Ruiz Palacios no debería haber ido al teatro. Es que, dirigiendo un departamento de Emergencias, debería haber estado esa noche directamente achicando el agua con el balde.
Trato de ponerme en el lugar de este último. Si yo hubiera sido Pablo Ruiz Palacios y me hubieran puesto a dirigir un departamento de Emergencias, creo sinceramente que habría padecido un síndrome de ansiedad porque, con un puesto así, no hay manera de demostrar la propia valía ya que las emergencias son, afortunadamente, excepcionales. Creo que habría estado a la caza de la emergencia para poder asomar la cabeza y poder lucirme. Habría vivido en mis propias carnes la célebre cita que Montaigne plagió de los clásicos: «A ningún médico le hace feliz la salud de sus amigos ni ningún soldado se alegra de la paz de su ciudad». Si yo hubiese sido Pablo Ruiz Palacios, en fin, me habría lanzado en picado sobre la gota fría para calentarla, para hervirla, para achicharrarla y convertirla en un candente tizón.
Nuestro hombre, sin embargo, se fue al teatro a ver 'La telaraña', obra en la que la esposa de un diplomático hace como no ha pasado nada cuando tiene un muerto en su domicilio. Pablo Ruiz Palacios también hizo como que no pasaba nada y ahora se ha dado de baja de su partido. Acusa a Ciudadanos de dar importancia a una foto y dice que tiene la conciencia tranquila. Ese es el problema: su tranquilidad, que le llevó a desperdiciar la oportunidad de ser útil y brillar en un cargo gris. Esa es la cuestión: la foto de los telediarios en la que debió salir luciendo unas botas de goma y tranquilizando, no a su conciencia, sino a la ciudadanía. Frente al caso de Pedro Sánchez, que vive solo para la foto, Pablo Ruiz Palacios encarna un espécimen tan antitético como imposible: el cargo público que exige el anonimato, el mártir de un oxímoron, el hombre visto y no visto, el político emergente que acaba sumergido en una inundación. Eso sí que es telaraña y no lo de Agatha Christie.
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