Cada día se parece más a una aquellas viejas películas de cine mudo. En aquellas cintas, sabíamos quién era malo nada más aparecer en pantalla, como si en vez de cine viésemos un teatro de títeres. Además, los malos malísimos no disimulaban nada: mirada torva, ... oscura, manos engarfiadas, un poco encorvados, ojos orientales, ropa negra... Lombroso. La actual política española también parece una película muda ambientada en un zoco árabe.
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Cada uno ejecuta su papel, ni se molestan en disimular, guardar unas mínimas apariencias. Los unos, que quieren colarnos de rondón, subrepticiamente unas reformas legales; otros, que llevan años incumpliendo la Constitución al paralizar la reforma de CGPJ, se presentan como paladines de la Carta Magna; jueces que ni dimiten ni se renuevan y parecen prestarse gustosos a las maquinaciones de los partidos políticos; el Constitucional que actúa con una celeridad asombrosa para impedir su renovación y miembros que votan acerca de su repudio como si la cosa no fuera con ellos. Y todo es un gran teatrillo: ni ley, ni Constitución ni Estado de Derecho ni Dios que lo fundó: únicamente quieren asegurarse el control de los tribunales que el día de mañana tendrán que interpretar las leyes.
Que no otra cosa es la ley más que su interpretación. Buscan controlar a los jueces que el día de mañana, muy probablemente, decidan si los juzgan o no los juzgan. Eso buscan, unos y otros, los que llevan décadas hociqueando en la Justicia; los que llevan décadas dejándose manipular, que a los jueces ya les vale. Seguimos el año que viene. Feliz Navidad.
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