Dicen, los que tienen memoria, que habría que remontarse a los tiempos de la Marcha Verde, con Franco en manos del equipo médico habitual y Don Juan Carlos en brazos de la fortuna, para asistir a un desastre de la diplomacia española como el actual. ... Tal vez por huir del calor, o por prepararse en territorio neutral su comparecencia en el juicio por el caso Pegasus, el ministro Albares recorre Europa buscando el apoyo de los socios ante el revés de Argelia. Poco que rascar. Más incertidumbre energética en una antesala del verano con los ventiladores y los equipos de aire acondicionado convertidos en artículos de lujo africano. Una oportunidad, le ha faltado decir a la vicepresidenta primera, para la recuperación de la industria del abanico, siempre y cuando no se emplee electricidad ni gas natural en el proceso de fabricación. No sabemos quién sabe, ni qué sabe quien lo sabe, sobre el contenido de las conversaciones telefónicas pinchadas al presidente del Gobierno, pero la tormenta de arena se presenta cada día más densa.

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Clara y rotunda se escuchó la voz del presidente en su primer cara a cara en el Senado con Feijóo. Para lo de Argelia, sin embargo, ha preferido que hablen otros. También deja hablar a tirios y a troyanos, hasta ver adónde llega la cosa, sobre el proyecto de ley sobre la prostitución. Mucho ruido para señalar como nuevas penas y sanciones que ya existían en nuestra legislación. Y una controversia absolutamente inédita: por un lado, los que consideran en todos los casos víctimas a las prostitutas y explotadores a los puteros; por otro, los que piensan que las primeras son trabajadoras y los segundos clientes, y por lo tanto lo que hay que hacer es regularizar esta práctica. En las filas de los abolicionistas, un curioso alineamiento entre los votantes del PSOE, del PP y de Vox. En las de los reguladores, un sorprendente acuerdo entre Ciudadanos y buena parte de los socios del Gobierno. Siempre con excepciones individuales… No sabíamos cuál iba a ser la nueva maniobra de distracción para que los españoles dejáramos de pensar en el IPC, pero creo que ya la tenemos aquí. Y va a dar mucho juego parlamentario.

En esto que votan los andaluces, los ánimos están encendidos. Por no decir abrasados. Y el último calentón político, seguramente con vistas a los andaluces y a las municipales del año que viene, ha sido el de los todavía socios de gobierno en Cataluña. La polémica, en este caso, sobre quién puede estar más «tarado». Si el que se lanza a publicar un tuit, como Rufián, o el que se lanza a proclamar la independencia de Cataluña, como Puigdemont. Tarados todos o todos tarados, en un teatrillo de máscaras que nos hace olvidar por un momento las verdades del cambio climático. Y también las penurias de millones de familias españolas a las que, una vez más, nos les salen las cuentas entre los que suben sus sueldos y lo que suben los artículos de primera, de segunda o de tercera necesidad. El precio de la gasolina, de momento, ya se ha comido la subvención del Gobierno. Y el grifo del gas de Argelia, es decir, la gran excepción energética de España frente a la dependencia europea de los rusos, amenaza con terminarse de cerrar.

Entre espías, crisis diplomáticas y taras variadas, se le cae el Gobierno de las manos a Pedro Sánchez. Pero él continúa a lo suyo, diciendo que las cosas están bien y que van a estar mejor, y que en todo caso, si algo va mal, es por culpa de la oposición, que no hace otra cosa que estorbar. «El optimismo es la locura de insistir en que todo está bien cuando somos miserables», escribió Voltaire.

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