Tango al anochecer
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«La noche se ha vuelto sumamente oscura»El otoño será gris, y el invierno, de plena oscuridad. Las peores de las previsiones esperan a la vuelta de la esquina alentadas por el eco de un gobierno que insiste en que prevenir es mejor que curar. Y todo envuelto con mensajes catastrofistas mientras ... las vacaciones acunan las mentes del personal.
El sol del verano y su brillo impide hoy ver aquello que amenaza a la sociedad en el medio plazo: recortes, inflación y el regreso a la enésima crisis de las últimas décadas. Hay generaciones de jóvenes que han vivido en un tobogán desde el mismo día en el que vinieron a este mundo.
Y esa es la cara amable, o la versión más endulzada del mal sueño que ahora se aprecia en el horizonte. La parte más dura, la más cruda, nos habla de recesión, pobreza y nuevas miserias, algunas impensables aún.
Y todo a media luz, porque a media luz se vivirá en este país desde esta misma semana cuando se comiencen a aplicar de forma efectiva las medidas de contención energética aprobadas por el ejecutivo central. Y así, por lo que aparece en la agenda, durante el próximo año y medio. 18 meses de oscuridad no es ninguna broma.
Desde las diez de la noche, en las calles, en las plazas, en los edificios más emblemáticos de las ciudades todo serán sombras. Y en ellas se esconderán, o se cobijarán, nuestras miserias, la pobreza, las severas dificultades que se avecinan y esa sensación de que el mundo, loco y cruel, muestra de nuevo una de sus peores versiones.
Desde que en 2008 emergiera con virulencia desconocida la crisis de la construcción, disparada por los créditos de alto voltaje y las hipotecas 'subprime' con aquellos niveles de riesgo que eran una trampa en sí mismo, las mutaciones de las situaciones críticas han resultado de tal calado que amenazan todo lo que hoy es conocido.
La última crisis es un cocktail diabólico, una mezcla explosiva que recoge todo lo peor de las anteriores calamidades: una guerra que se une al efecto de una pandemia, una crisis energética que multiplica los problemas heredados en la precaria actividad, una inflación que tritura el dinero y la economía a velocidades del diez por ciento.
El resultado es que ahora se conoce. La noche se ha vuelto sumamente oscura, tanto que hoy –por el bien de todos, nos dicen– los escaparates apagan sus luces a partir de las diez de la noche al mismo tiempo que se limita la temperatura del aire acondicionado y se pone límites a la calefacción en invierno (la venta de bufandas y calcetines de lana se van multiplicar).
La medida tiene un grado simbólico descomunal, terrible si se quiere, que permite intuir lo que será la vida urbana a esa hora en pleno invierno: ninguna. La nueva crisis, la que viene, nos mete de nuevo en casa, pero en esta ocasión con los radiadores fríos y en compañía de la peor televisión del mundo. Eso es maltrato.
De ahí el empeño por disfrutar de este verano, el último verano de esta extraña normalidad, el último sorbo de sol y alegría a la espera de que los nubarrones se sumen a las sombras que esperan a la vuelta de la esquina.
Hay instantes para los que no queda consuelo. Si acaso, un poco de acompañamiento para hacer más llevadero este último trago. Y por ahí resuenan de fondo los acordes de aquel tango de Carlos Gardel con notas 'A media luz'. Visto lo que espera, es mejorar cerrar los ojos e imaginar escuchando aquellas estrofas...
«...Piano, estera y velador
Un telefón que contesta
Y una vitrola que llora
Viejos tangos de mi flor
Y un gato de porcelana
Pa' que no maulle al amor
Y todo a media luz...»
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