Manuela Vidal y Pedro Crespo, vecinos de Quintana del Marco, frente a las escuelas del pueblo. S. F.

Un tanatorio en la escuela

«Hay gestos que definen todo el entorno, que evidencian una situación con tal luminosidad que efectivamente sobrarían los comentarios»

J. Calvo

León

Lunes, 23 de mayo 2022, 00:43

En la localidad leonesa de Quintana del Marco las calles tienen un cemento casi gris y adoquín, como en los cementerios, se respira silencio por todos los poros, al igual que en un camposanto, y sus vecinos aseguran que el pueblo «está muerto», lo que viene a ser el ideal de la paz eterna.

Publicidad

Quizá por todos esos motivos, y alguno más que no merece ser enumerado, el 'popular' alcalde del municipio ha decidido rubricar la partida de defunción escenificándola en una última acción que le encumbrará como el gran edil que tiró la última palada de arena sobre la tumba de su pueblo, sobre sus propios vecinos: ha decidido hacer un tanatorio en la escuela.

Hay gestos que definen todo el entorno, que evidencian una situación con tal luminosidad que efectivamente sobrarían los comentarios. Nada que añadir, salvo la esquela para constatar la fecha de caducidad.

A 67 kilómetros de la capital, en esta pequeña localidad de la zona de Jamuz, se evidencia como el ejemplo más clarividente de lo que hoy es León, la provincia, y de lo que es la España vaciada, de la que nadie se acuerda. Los cementerios se hacen con el paisaje, y si no fuera así, siempre hay quien los aviva.

Está claro. En Quintana hay quien cree que la revitalización rural llega reconvirtiendo los pupitres en lujosos féretros de pino recién barnizados, cambiando los encerados por luminosas pantallas led que anunciarán los nombres de los finados y renovando el bus escolar para que, ahora sí, sea transformado en un lujoso coche fúnebre.

Publicidad

Y habrá más. El bullicio de los recreos se reconvertirá en música de ambiente con violín y violonchelo, y una de las aulas interiores pasará a ser un reluciente hall de sillones negros para que las plañideras puedan revivir los méritos del último vecino al que despedir. Y todo con un estilo muy moderno, mortecino si se quiere, pero con cierta clase.

Hasta este punto ha llegado la provincia de León y, lo que es peor, hasta ese punto han llegado sus responsables políticos, capaces de tropelías tan elegantes como la de Quintana del Marco, capaces de teñir de bruma y gris una localidad en la que hubo un día en el que reinaba la felicidad.

Publicidad

Asumir sin retorcerse de rabia lo planteado por este alcalde del PP sería tanto como dar la razón a quienes afirman que no hay más futuro que el escrito en una bonita lápida de mármol. Y así hasta llegar a la del propio edil, cuyo epitafio podría ser dantesco: «Aquí yace José Luis, el gran alcalde que enterró a todos». Épico.

No creer en el futuro de las zonas rurales lleva a este tipo de escenarios, espantosos, singulares, hasta hipócritas.

Mientras el edil intenta levantar un mausoleo 'de la muerte', los vecinos le lanzan mil y una ideas: ¿Por qué no una ludoteca? ¿Por qué no un centro de reunión? ¿Por qué no un escenario cultural?. Realmente las propuestas no parecen una locura, ni ideas fruto de una monumental resaca. Más bien, lógica y coherencia.

Publicidad

Incluso, vaya tontería, hasta se podría incentivar la llegada de vecinos para recuperar la actividad escolar. Quintana del Marco cuenta hoy con 400 residentes, no es un mal punto de partida. Y tiene dos bares, por añadir un 'extra'.

Queda la esperanza, la ilusión, de que finalmente la política y los políticos recuperen la cordura, la sensatez y hasta el sentido común. No es posible creer en un futuro mejor si quienes gobiernan hoy consideran que ese futuro está dentro de un tanatorio. Sería dramático caer en esa forma de pensar aunque hay quien ya piensa así. Qué tristeza.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad