Las noticias más leídas del sábado 8 de febrero en El Norte de Castilla

Desengañémonos cuanto antes, el mundo en el que viviremos después de la crisis sanitaria no será el mismo que el de antes de la pandemia, pero la sociedad, es decir, nosotros, volveremos a incurrir en los mismos comportamientos sin que el susto sirva más allá ... de la formulación de algunos buenos propósitos, tal y como hacemos cada Nochevieja. A ver. ¿Nos creemos de verdad que de esta saldremos como seres arcangélicos o cada uno será la persona de siempre? Cuesta imaginar una colectividad beatífica en la que, de repente, los valores de la solidaridad y el bien común predominen sobre el qué hay de lo mío y el sálvese quien pueda. Cada uno es quien es, y, pasada la conmoción, una vez recuperada la normalidad, cada cabra seguirá tirando al mismo monte de antes. Ya lo verán.

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Los días extremadamente difíciles que estamos viviendo han aflorado lo mejor, y también lo peor, de la condición humana. Asistimos a escenas enternecedoras de ayuda, apoyo, solidaridad y generosidad. La España que aplaude en los balcones cada tarde es la de los jóvenes que hacen la compra a los mayores que no pueden salir de casa y la de los que perdonan el importe del alquiler a sus inquilinos porque se han quedado, súbitamente, sin ingresos. Es la de los sanitarios que trabajan sin descanso y la de los que dan cuerda a las ciudades cada día para que puedan seguir funcionando, siquiera sea bajo mínimos.

Pero también hemos visto comportamientos miserables, egoístas y caínitas. Los vecinos que han dejado notas intimidatorias en las puertas de personal sanitario o empleadas de supermercados también existen, como los delatores de las ventanas que increpan duramente a las madres que caminaban por la calle con sus hijos aquejados de autismo. Todo tiene un haz y un envés. La luminosa realidad de la cara A de esta sociedad encuentra su némesis en lo oscuro de una cara B que nos recuerda que la mala gente de la que hablaba Machado, ha estado y estará ahí, antes y después del coronavirus.

De modo y manera que los utópicos que anuncian un mundo posterior de anuncio de Coca Cola tras la distopía actual, harán bien en prepararse para darse de bruces con la realidad de toda la vida de Dios. La buena gente seguirá existiendo y los hijos de su madre también. Es verdad, por lo demás, que habrá habido, con toda seguridad, conversos en estas semanas –después de haberle visto las orejas al lobo más cerca de lo que nunca pudieron suponer– que han aprendido a ser mejores personas. Gente que solo pensaba en si misma y que ahora, felizmente, es capaz de sentir empatía por los demás. Personas cuyo único fin en la vida era acumular posesiones y riqueza, que han cobrado conciencia de la importancia de compartir y ayudar a los que menos tienen. Hemos de tener fe en que un mundo más solidario y más justo es posible, especialmente ahora que vamos a salir muy tocados económicamente de todo esto. Necesitamos asirnos a lo mejor de nosotros mismos y que el efecto de las buenas intenciones, ese que se disipa cada comienzo de año a la altura de Reyes, se prolongue lo más posible.

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Falta aún bastante para recuperar la habitualidad de la que disfrutábamos antes de la reclusión forzosa. Resultará muy incómodo volver a moverse por ahí fuera y estaremos más controlados que nunca. Ya ven, siempre pensando en el futuro y, en estas circunstancias, no anhelamos otra cosa que volver a ser tal como éramos.

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