Vía Crucis en un ascensor

Lo sufrido por López Vázquez viene a la memoria por la similitud con lo padecido por un vallisoletano el sábado en el recién inaugurado ascensor de Parquesol. Cuarenta minutos duró en este caso el calvario para angustia del aprisionado y el desconcierto de quienes pasaban por allí y pretendían salvar los 22 metros de desnivel de forma mecánica. Pero ya se sabe cómo son 'los caprichos de la tecnología' y las prisas por cortar cintas cuando llaman las urnas. Al menos en este caso las puertas pudieron abrirse y el elevador no tuvo que ser portado en andas, cual paso de Semana Santa, como la cabina en tan ilustre cinta, trasladada después a un almacén olvidado.

Allí, al olvido, habría que enviar ciertas actitudes por más que sus titulares digan que son actos involuntarios. Se demuestra una vez más que hay gracias que suenan bien en nuestras cabezas, pero que ejecutadas pierden espontaneidad, sobre todo, si estamos en una sesión plenaria llena de cámaras y el incontrolable es el dedo corazón. La cuestión es que estamos ya en la Semana de Pasión, a días de rememorar el Vía Crucis de Jesús de Nazaret, y los humanos de ahora no somos tan distintos a los de entonces, sobre todo, en lo que a negar se refiere.