La tortilla de patata

Tiene delito lo de las tortillas precocinadas en hostelería. A ver, que en casa puede que hagan un apaño, pero una tortilla que pasa de la cámara frigorífica al microondas y de ahí al plato en un restaurante debería venir con una etiqueta específica para saber lo que comemos. Pobres extranjeros, si esa es la primera que catan.

Es lamentable cómo se ha puesto de moda lo de los restaurantes sin cocina. Todo viene envasado y sólo se limitan a calentar o freír y no es algo que únicamente pase en los conocidos como de comida rápida. Cada vez más locales con una decoración moderna y llamativa se convierten en una decepción cuando se degustan sus platos porque todo parece venir del plástico que lo envuelve. No hay ninguna elaboración y se alcanza la más absoluta globalización de la comida con la pérdida del toque particular de cada cocinero.

España es el país con más bares y restaurantes por habitante de la Unión Europea. Ese dato debería ser un acicate para buscar la excelencia. Las cifras registradas esta pasada Semana Santa muestran que hay ganas de alternar. A una tortilla con su patata bien pochada, su punto de sal y jugosidad nadie le hace ascos porque sabe a cariño y ese siempre suele ser el mejor ingrediente.