Ronaldo go home

Ronaldo Nazário llegó, como lo hacen los mesías, entre profecías y augurios de grandes gestas. La Plaza Mayor se llenó para darle la bienvenida y él se paseó escoltado por la policía municipal y parte de la corporación de entonces. Solo faltó la banda de música para emular la llegada de míster Marshall, vaya. Alguien acostumbrado a ganar solo podía venir a hacer lo propio. Íbamos a pelear por la Champions y nos lo creímos. Y así las caídas duelen más.

Hasta entonces, la conciencia de ser un equipo ascensor nos bastaba. Ahora lo de siempre, jugar cada temporada en una categoría, tiene el sabor amargo de la promesa incumplida. Todavía dice el mesías, mudado en charlatán, que en un año bueno el Valladolid puede volver a Europa… Suena a recochineo.

Quizás por eso cambió el escudo. Para deshonrarlo, mejor uno nuevo creado para la ocasión y no el que lucieron Peternac, Víctor y compañía. La afición hizo, tras otra derrota vergonzosa y vergonzante, lo que Ronaldo lleva tiempo amenazando: marcharse. Pero volverá, aunque ya nadie quiera comerse el mundo dejando el corazón en el césped. No hay orgullo y menos vergüenza.