¿Qué quiere?

En algunas, introducen la novedad, pero mantienen cajeros de los de siempre. Cuando lo vi, me embargó la emoción. La verdad es que no necesitaba nada, pero tuve que elegir alguna cosa para revivir esa maravillosa sensación de que el dependiente ni te mire a la cara. Nada más entrañable que esa sequedad comercial del vallisoletano de toda la vida. Así que fui directa y con una sonrisa en la cara, pero como iba a pagar con tarjeta, me mandó al autoservicio. Qué decepción. Podría haber abandonado lo que llevaba en la mano a ver si quien lo recogía era un robot chirriante, pero decidí pasar el trago de atenderme a mí misma.

A eso nos encaminamos, querido lector: a ser sustituidos y declarados innecesarios. Y me niego a aceptarlo. Seré anticuada, pero defenderé su trabajo, obligándole a hacerlo. Hay que proteger el empleo y la relación entre humanos. ¡Pero si empieza a haber gente que se casa consigo misma! No sé hasta dónde llegaremos, pero arriba los secos '¿qué quiere?'. Bueno, tampoco hay que pasarse.