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Siete son los pecados capitales: soberbia, avaricia, ira, envidia, gula, pereza y lujuria. Esas son, según la tradición eclesiástica, las pasiones del alma más reprochables, aunque el primero tiene un lugar destacado porque se vincula al original. La soberbia lleva a pensar a quien la ... sufre que es esencial, superior e insustituible. Está muy ligada a la envidia, desear lo que otros tienen, y a la avaricia, hacer lo que sea por poseerlo, para dejarse llevar después por la ira si no se consigue.
Fue el papa Gregorio Magno, en el siglo VI, el que los introdujo en el catecismo católico para ayudar a los fieles a enfrentarlos. Antes, eran nueve, pero se excluyeron la tristeza y la arrogancia. Desde entonces el listado se mantiene inmutable. Estuvo así hasta la llegada de Pío XII y así siguió después de su fallecimiento en 1958.
Las clarisas de Belorado, en Burgos, consideran que el Vaticano tiene su sede vacante desde entonces, pero no han sido conscientes de ello hasta que la charlatanería cruzó las puertas de su convento. Lideradas por su madre abadesa, firmante y portavoz de todas ellas, han decidido romper con la Santa Sede por cuestiones teológicas justo cuando a sor Isabel de la Trinidad se le acababa el mandato y sin posibilidad de prórroga.
Su asesor espiritual, y coctelero particular, dice que quiere continuar como superiora porque no le han dejado vender, por debajo de su precio, el convento de Derio para pagar el que no abonaban de Orduña. Lío inmobiliario y lucha de poder con visos de soberbia, avaricia, envidia e ira hacia quienes piden reconducir la situación. Como católica solo puedo dar las gracias a Gregorio Magno por eliminar la tristeza para no caer, con todo esto, en pecado capital.
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