Un país sin abuelos

Entonces, era más habitual que una mujer tuviera a su primer hijo con 18 que con 30 años. En la España de hoy, muchas primerizas tienen 38, justo la edad a la que mi madre tuvo a su cuarto y último vástago. Se ha duplicado el número de progenitoras de más de 40. Y ellas serán las afortunadas, porque muchas ni siquiera verán cumplir su sueño de engendrar -también muchos, pero el reloj masculino es más laxo-. La biología es una ciencia exacta y la ventana fértil dura lo que dura.No estamos solas en esto de la maternidad tardía. Contamos con el apoyo de las irlandesas.

El próximo viernes se celebra el Día Mundial de los Abuelos, pero los teléfonos cada vez sonarán menos y no por una cuestión de esperanza de vida. A este paso, es posible que en unos años se elimine y se unifique con el del 17 de mayo: el de las especies en peligro de extinción. No hay padres, no hay hijos, no hay abuelos. Vamos camino de ser un país sin niños y no sé si me entristece más eso o que seamos una tierra sin abuelos, sin amor incondicional, sin travesuras ocultas y sin caramelos a escondidas. A sus 97 años, la mía oirá la llamada de aquella manera, pero la tendrá. Con un año menos de los que ella tenía cuando se convirtió en mi abuela, no tengo ni nietos, ni hijos. Pero está ella y sé que soy afortunada. Larga vida a los abuelos.