Secciones
Servicios
Destacamos
La madre de Shani Louk la identificó por los tatuajes. Estaba boca abajo en la parte trasera de una camioneta, prácticamente desnuda, sin moverse por miedo, inconsciencia o porque estaba muerta y rodeada de terroristas de Hamas. El delito de esta joven fue disfrutar de ... un festival de música en Israel cerca de Gaza. Como ella, cientos de mujeres israelíes han sido secuestradas por los milicianos y exhibidas como trofeos de caza.
En la guerra de los Balcanes, más de 50.000 mujeres fueron violadas; entre 250.000 y 500.000, en Ruanda; casi dos millones de alemanas durante la ocupación aliada de Alemania… Siempre mujeres pagando más caro el drama de los conflictos armados. Sólo en los dos primeros meses de conflicto en Sudán ya eran 2.500 las ultrajadas, humilladas y vejadas. Desde entonces, la cifra habrá aumentado sin que se hable ya de ello, porque a nadie le importa realmente.
Perros salvajes que aprovechan para comportarse como animales ante la mirada de los que nunca darán la cara por otro, incluso aunque la de enfrente pueda ser su hermana, su madre o su hija. Eso es ser mujer en una guerra. Sufrir el hambre, las bombas y poder convertirte, además, en el juguete de una panda de bárbaros que busca demostrar su hombría a costa de tu dignidad. En esos momentos la brecha se convierte en una sima gigantesca y atroz.
Noa Argamani también cometió el error de pretender disfrutar del mismo festival que Shani. Su gesto de terror suplicando mientras dos terroristas se la llevan en una moto es difícil de olvidar. Tiene 25 años. Mujeres, siempre mujeres, pagando más cara la barbarie de los salvajes. Mujeres, simplemente mujeres, olvidadas cuando interesa justificar al agresor.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.