El Ministerio de la Verdad

Y no. Lo ocurrido en Cataluña en 2017, no fue una movilización ciudadana, ni una expresión democrática. Para nada. Aquello fue un acto ilegal organizado por quienes saquearon las arcas públicas, incendiaron las calles, usaron la violencia contra todos aquellos que se les pusieron enfrente y atacaron, insultaron y humillaron a niños, por el mero hecho de ser hijos de guardias civiles. Ni los jueces que aplicaron las leyes son fascistas; ni los españoles que defendemos la legalidad y el estado de derecho o apoyamos que, quienes pretendieron romper nuestra convivencia, paguen por lo que hicieron, lo somos. Es sencillo: no hemos cambiado de opinión. Ni todos los relatos del 'Ministerio de la Verdad', con su prostitución del lenguaje y su interés en desvirtuar nuestra memoria, conseguirán que comulguemos con ruedas de molino. Porque anular la opinión de otros mediante el insulto, la violencia y el menosprecio para alcanzar un interés particular es lo verdaderamente fascista.

Ahora, manifestarse pacíficamente es violencia y la violencia es pacifismo. Ahora, es fascismo decir lo mismo que defendían hace cuatro días los dueños de la razón absoluta. Winston Smith se rindió y puede que, en lo personal, ganara tranquilidad, pero acabó con cualquier esperanza para la democracia. Ese es el único contrapunto a la amnistía.