De mentiras, trolas y dimisiones

El mentiroso, sobre todas las cuestiones, insulta a la inteligencia de los demás desde su auto adjudicada posición de superioridad. Es una mezcla de condescendencia, insulto y manipulación. Como asegura Montero, que un político sea un embustero es algo imperdonable por lo que supone de desprecio a los ciudadanos, sobre todo a aquellos que en su día le votaron. El trolero tiene tan alta percepción de sí mismo que considera que todo lo que dice debe ser creído y destruye lo más valioso que debería tener un representante público: la credibilidad.

Goebbels, jefe de campaña de Hitler y creador de la propaganda política, consideraba que una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en verdad. Y a eso mismo parecen jugar los políticos independentistas catalanes con su repetición constante de que habrá referéndum, como antes lo hicieran con la amnistía. Mentiras que dejan de serlo por obra y gracia de los convenientes cambios de opinión.

Para la vicepresidenta primera del Gobierno de España el político pillado en embustes debería «presentar la dimisión». Confía Montero en la ética de los otros. Personalmente soy más escéptica. Al fin y al cabo nunca pasa nada y los españoles seguimos votando sin botar del todo. Estamos adormilados y tragamos con todo como la ballena hizo con Pinocho y todas sus mentiras. Es eso o que ya no valoramos el concepto de verdad y todo es una ilusión rodeada de embustes.