Los mamporreros

Lo cierto es que hay personas cuyo único papel parece ser el de ir de mamporreros. Usted lo sabe, yo lo sé, ellos, también, y además se enorgullecen. Disfrutar en el entorno laboral siempre es necesario e importante, la verdad. El problema es que cuando se actúa constantemente para beneficiar a otro, puede ocurrir que algún día ese ser 'superior' encuentre a otro más joven, más listo y más mamporrero, decida que ha llegado el relevo y lo ejecute sin miramientos de ninguna clase.

Suele coincidir que el mamporrero, de puertas para fuera, suele comportarse como el perfecto palmero, de puertas para dentro. Son como el doctor Jekyll y mister Hyde, que mudan de absoluto transgresor al perfecto servil en cosa de segundos, pero sin necesidad de suero, sólo con la voz de su apreciado líder. Encajan perfectamente en la definición del cobarde: implacable con el inferior, rastrero con el superior.

La historia está llena de ejemplos de tontos útiles como lo está de adalides que prefieren rodearse de súbditos sumisos en lugar de colaboradores leales con sentido crítico. Siempre han existido, pero ahora parecen legión. El matonismo político nunca puede traer nada bueno, pero ya decía Konrad Adenauer que «en política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno». Y en esas estamos.