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Mi primer coche costó 6.000 euros. Un millón de las antiguas pesetas. Era un Ibiza rojo de kilómetro cero que iba como nuestra economía. Como un tiro. Ahora, por ese dinero apenas puedes comprarte un vehículo de segunda mano. Quizás la culpa sea de ... la inflación, de la crisis de los microchips o del chachachá, pero lo cierto es que los coches cuestan hoy un 50% más que hace 10 años. Algunos, hasta un 70%. Casi nada.
Es evidente que vienen más equipados que entonces, pero, sinceramente, a mí con el aire acondicionado, el elevalunas eléctrico y el limitador de velocidad, me sobra. No necesito más. El mayor éxito de la marca española ahora incluye sensor de aparcamiento, control de presión de neumáticos o pantalla táctil de serie y un precio base de 15.500 euros. Eso sí, con distintivo medioambiental B para que en unos años no puedas circular con él. Los burócratas y la eficiencia (climática, claro).
El mundo desde un despacho se debe ver de un color distinto. Eso y que su economía no se parece en nada a la sus pagadores, o sea nosotros. Europa quiere que cambiemos de coche. Yo también. Pero la realidad es la que es y los salarios no se han incrementado, ni de lejos, al mismo ritmo que el coste de la vida o el precio de los automóviles. ¡Pero cualquiera osa hacer la más mínima critica a las políticas climáticas de la Unión Europea! Y, lo siento mucho, pero son rabiosamente clasistas.
Ni vivir, ni circular. Las ciudades van a ser sólo para los ricos. Pero no importa. Nos tienen bien convencidos y los del populacho transitaremos en bicicleta porque será lo único que nos podremos permitir. Pero seremos felices e iremos más contentos que en coche oficial, en Falcon o en Lamborghini.
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