La primera vez que fui a un campo de fútbol tendría unos 6 o 7 años y, la verdad, no me gustaba nada ese deporte. Pero mi padre, en su intento por hacernos colchoneros como él, nos llevó a sus dos hijos mayores al Vicente ... Calderón. Aún recuerdo aquel día entrando en el estadio de la mano de mi padre, sentados en la grada explicándonos las reglas del juego y a mi hermano pidiendo pipas y refrescos cada vez que pasaban ofreciendo. Del rival del Atlético de Madrid o del resultado no me acuerdo de nada y, a pesar de que lo intentó, ninguno le ha salido colchonero.

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Supongo que no tiene que ser agradable que todos tus hijos te salgan del equipo de enfrente y aún así fue el primero en acompañarnos al Santiago Bernabéu, el primero en llevarnos a un partido del Real Madrid fuera de casa, a una final de la Copa del Rey…

Mañana, Atlético de Madrid y Real Madrid se enfrentan en la competición copera y le devolveremos todas esas primeras veces llevándole al nuevo Metropolitano, porque al viejo ya fue él antes de nosotros. Según varios estudios, la figura paterna es clave en el desarrollo de los niños. Al fin y al cabo, los padres son los arquitectos de los primeros años de sus hijos. Y el mío se afanó en transmitir valores, cuando vio que lo del sentir unos colores se le resistía.

Cuando era adolescente, una profesora de educación física nos recomendó acercarnos a nuestros padres porque a esas edades se produce un distanciamiento natural entre un padre y sus hijas. Fue entonces cuando comenzó a gustarme el fútbol, aunque en el equipo 'equivocado'. Mañana celebraré los goles de mi Madrid, si los hubiera, con alegría contenida, porque la auténtica felicidad es ser la hija del colchonero.

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