Gracias al liderazgo

Ni partido, ni ideología, ni grupo. Ahora todo va de liderazgo. El jefe lo hace todo posible según los profesionales del halago. Pero seguimos con listas cerradas, por si acaso.

La escena de Salamanca recuerda a otras ya vividas en otros partidos, que esto no va de colores. La cosa es generalizada, incluso más allá de la empresa política. En Ávila, en un acto de Ciudadanos, aquel partido que vino a centrarnos a todos, su líder de entonces, Albert Rivera, atendió a la prensa ante tres 'roll up' con su cara. Uno lo tenía detrás, otro a su derecha y otro a su izquierda. Él estaba en el centro, claro. Ni la Santísima Trinidad.

Y qué decir de aquel Consejo de Ministros de julio de 2020 en el que Pedro Sanchez fue recibido entre aplausos y vítores por unos ministros puestos en pie y haciéndole pasillo. Solo faltaban 'We are de Champions' o 'Here comes de hotstepper', en el altavoz bluetooth.

No sé. Un poco de pudor en el halago, por favor, que la satisfacción no se confunda con peloteo. Antes, las plañideras marcaban el éxito de un funeral. Ahora, los aplaudidores, el de un líder. Yo no me fiaría mucho, que antes ya aplaudieron a otros y le prometieron amor eterno, cual casados. Pero llegada la caída, no hay candidato a plañidera que valga. Ni aplauso. Ni nada.