Feísmo de Tactel

Nos hemos vuelto muy prácticos y la comodidad se valora más que nunca. Aquello que Frenchy le decía a Sandy en «Grease» de que «para estar bella hay que sufrir» se acabó. Y de verdad que no se trata de ir con un esmoquin a hacer la compra, pero se ha impuesto lo que mi compañero Jesús llama el feísmo, que es una tendencia artística que valora estéticamente lo feo y que llena las perchas de casi todas las tiendas de ropa.

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Somos nuestra tarjeta de visita. Cómo nos vestimos, cómo nos peinamos, cómo nos comportamos,… Es por lo primero por lo que se nos conoce. Luego viene lo demás, pero ahora hay una especie de creencia de que la rebeldía comienza con la elección de lo feo «porque yo me visto como quiero». Y en eso, no hay discusión que valga.

El problema es que el feísmo va más allá de ponerse el chándal del Valladolid para tomar el vermú el domingo por la Plaza Mayor. Va unido a un ensalzamiento de la degeneración, de lo soez y de lo vulgar. Se confunden la clase, la educación o el buen gusto con la posición económica. Y, sin embargo, están directamente vinculados con la discreción. Pero ¿qué le vamos a pedir a los tiempos del exhibicionismo constante? Pues mucho «brilli» y mucho flúor. Que se nos vea, que si no, parece que no estamos.