Educar sin ley

Todos hemos visto alguna vez en un restaurante a una familia con niños que lo único que comparte es mantel, pero poca conversación. Sólo se dedican a comer y, usualmente, los niños lo hacen con un teléfono delante mientras ven vídeos infantiles. Son los padres del «lo que quiera, pero que no moleste» que proliferan, cada vez más, y que pretenden que sean otros los que tomen las decisiones incómodas. Olvidan que, de todos los vocablos que uno puede enseñar a su hijo, no hay ninguno más valioso que la palabra «no». Pero hay que valer (o querer), claro.

El Gobierno quiere proteger a los menores y mientras me documento para este artículo, me salta un vídeo de un bebé que llora y ríe al mismo tiempo provocando la carcajada, y la ternura, de quien lo ve. Y me quedo embobada porque, lo reconozco, soy público objetivo de los vídeos con niños como protagonistas. Críos que crecen mientras los miramos con visión parental pero sin control. Ser padre nunca ha sido fácil. Pero en algunos casos pareciera que ahora, lo verdaderamente complicado es ser hijo.