Este año, de forma muy acertada, los Reyes Magos decidieron adquirir los presentes en el comercio de proximidad. En general, atinaron, pero hubo una cosa que no satisfizo mis expectativas y decidí cambiarla. Cuando pregunté por la posibilidad de que me reembolsasen lo gastado por ... sus Majestades, me respondieron que no podía ser, pero me daban un vale sin fecha de caducidad –qué detalle– para que pudiera usarlo cuando quisiese.

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Hace unos días, en este diario, podíamos leer cómo este tipo de comercios tiene que tirar de inventiva para poder sobrevivir en estos tiempos globalistas que nos han tocado. El artículo de Carolina Amo se centraba en las pequeñas tiendas de ultramarinos, pero la misma situación viven las dedicadas a la venta de ropa, accesorios, ferretería o electrónica.

El otro día, uno de mis hermanos compró un montón de bombillas con solo un clic. No tardó ni dos minutos en comprarlas y al día siguiente le llegaron puntuales a casa. Nos hemos vuelto cómodos, prácticos y preferimos interactuar con nuestro móvil antes que ir de tienda en tienda preguntando. Yo la primera, la verdad.

No son buenos tiempos para el comercio tradicional. En los últimos dos años, han cerrado casi 40 locales cada día en España y el 52% de los comerciantes cuenta con una caída de ventas durante este año. Sólo hay que darse una vuelta por cualquier mercado para comprobar que son los más mayores los que mantienen el comercio tradicional. Su supervivencia pasa por atraer a una clientela más joven. Solo así tendrá posibilidades de perdurar. El año que viene los de Oriente intentarán comprar otra vez en tiendas cercanas, pero antes preguntarán sobre su política de devoluciones. Al fin y al cabo, lo de mirar la cartera, nos preocupa a todos.

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