El coleccionista de aceite

Todos hemos participado en algún momento de este furor, aunque fuera de niños con los cromos de la Liga (ojo, que ahora se vende uno de Rubiales, prometen que con pelo, por mil euros). La antología de grandes clásicos literarios, por ejemplo, siempre viene bien para las lecturas escolares, si es que se siguen mandando leer ese tipo de libros. Pero, de entre todas las que he visto, echo en falta una de aceites de oliva, la verdad. Sería interesante adquirir varias primeras entregas, que todos sabemos que es la económica y que luego encarece, por si al precio al que está sólo contuviera una triste gota.

Por si acaso habrá que guardar alguna botella no vaya a ser que dentro de unos años se convierta en pieza de coleccionismo y la venta compense años de fritura con mantequilla. Y si no, siempre nos quedará la opción de traerlo en la maleta como viaje de recuerdo al extranjero, donde curiosamente parece tener un precio más asequible que aquí, en lugar del típico imán. Mucho más útil nuestro aceite de oliva, dónde va a parar, que además se encuentra allá donde uno viaje. De algo tenía que servir ser los mayores productores del mundo.