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Gilbert O'Sullivan se preguntaba en una de sus canciones más conocidas qué hay en un beso y no encontró respuesta. La ciencia dice que aumenta la frecuencia cardíaca, la producción de oxitocina y la liberación de dopamina. Además, reduce el estrés, fortalece el sistema ... inmune y quema calorías. Todo ventajas, vaya.
Hay besos inolvidables, algunos de ellos históricos como el del Día de la Victoria en Nueva York cuando acabó la Segunda Guerra Mundial o el de Brézhnev y Honecker, inmortalizado en forma de grafiti sobre el muro de Berlín e imitado hace no mucho en el Congreso de los Diputados. También están los del cine, tan falsos como emocionantes: fríos y contenidos como los de la señorita Escarlata, apasionados como el de 'El diario de Noah' o más allá de la vida como el de 'Ghost'. Los hay que marcan destinos, porque quizás sin el de Judas el mundo habría sido distinto. Pero han sido una forma de comunicarnos desde hace más de 4.000 años. Según los historiadores, ya los antiguos pueblos semíticos se besaban en la mejilla, en la boca o en la mano, dependiendo del tipo de relación.
Hay tantos besos como sentimientos y momentos. También los hay inapropiados, que son besos sin más, no campeonatos del mundo, por poner el foco en lo que importa y no en un gesto infantil y soez que roza casi el ridículo por más disculpas que se pidan. Por hablar de ellas y no de él, que bastantes polémicas tiene ya en su mochila como para protagonizar lo que no le corresponde. Centrémonos en lo conseguido por un grupo de mujeres que persiguió un sueño imposible hasta lograrlo sin distraerse con zancadillas y olvidémonos ya de esos besos que sólo sirven para quitar la careta a los sapos.
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