Para el todavía líder socialista, Luis Tudanca, en una carrera entre dos coches enfrentados y destinados a chocar gana el que primero se aparta. Y eso es lo que, en su opinión, él ha hecho en la carrera hacia la Secretaría General del PSOE ... de Castilla y León por el bien del partido. Habría sido mal rival para los profesionales de los duelos que llegaron a ser plaga en la España de los siglos XVI y XVII. Lanzar el guante no era solo un invento patrio, sino casi deporte nacional en aquella época, y a las autoridades no les quedó más remedio que tomar cartas en el asunto. El problema de batirse siempre en retirada es que los kamikazes acaban cogiéndole a uno el tranquillo, y ellos ni dudan ni ceden a la hora de imponer su criterio.

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Los españoles históricamente hemos llevado muy mal lo de que se dude de nuestra integridad o valentía. No nos gusta que nos desafíen y, en general, saltamos a la mínima en cuanto nos retan o cuestionan nuestra propia dignidad. Miguel de Cervantes puso en boca de don Quijote que «por la libertad así como por la honra se debe y puede aventurar la vida». Y aunque los valores vinculados al honor son muy subjetivos, y cada uno establece sus códigos particulares, no deja de ser un elemento muy identificativo de nuestra idiosincrasia.

El honor se relaciona directamente con la defensa de los principios e ideales. No se me ocurre mayor felonía que la de quien traiciona a quienes lo defendieron, en su particular interpretación de la honra, incluso en lo indefendible. El marino Méndez Núñez prefería «honra sin barcos, que barcos sin honra». Luis Tudanca deja el camino libre a su sustituto en un intento de envainar la espada con honor. O quizás haya elegido barcos. Para saberlo solo hace falta tiempo.

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