Suplicio

Ya sé que hoy se puede pagar casi cualquier cosa con tarjeta, arrimando el teléfono móvil al datáfono de la tienda o usando cualquiera de esas aplicaciones creadas para salir de casa sin llevar liquidez. Pero es humillante hablar con una máquina para explicarle que el cajero de la esquina se ha tragado nuestra cartilla sin soltar la pasta, y no se inmuta aunque toques todos los botones. Añadan a esto el cabreo sordo que provoca que unas entidades que cobran comisión hasta por ingresar dinero, obliguen a pedir cita previa para resolver cualquier chuminada.

Aunque los jóvenes utilizan sin complicaciones las nuevas formas de acceder a los servicios bancarios, los mayorones con liquidez tenemos poco éxito si descolgamos el teléfono para pedir hora con un empleado que nos ayude a hacer lo que llevamos haciendo desde que se inventó la Banca. Por eso creo que el Gobierno debería intervenir para librarnos de este suplicio, aunque sea movilizando a la Guardia Civil.