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Somos superlativos en todo. Nos sobra ombligo y nos falta autocríticaHay una extraña tendencia en la sociedad que se ha extendido peligrosamente entre instituciones y vecinos. Hemos pasado de la sana competición, el querer superarnos a nosotros mismos, a una carrera por escalar posiciones sin criterio alguno con el exclusivo ánimo de posicionarnos en un ... dudoso 'ranking' que determina quién es mejor que quién, aun a sabiendas de que no se es. Veo más plausible competir por sacar lo mejor de uno mismo, recibir un premio a nuestra mejor versión. Suena tan interesante como utópico.
La falsa modestia ya no se estila. Ya nadie esconde sus pretenciosos encantos para ocupar un puesto destacado en la clasificación de lo cuantificable. La ciudad mejor iluminada, la más elegante, la más sostenible y comprometida con el medio ambiente, la amiga de la infancia, los más en el informe PISA. Somos superlativos en todo. Nos sobra ombligo y nos falta autocrítica. No, no podemos ser la ciudad mejor iluminada si hay rincones oscuros, si hay espacios del miedo. Tampoco podemos eregirnos como la ciudad con mayor seguridad vial con más de 130 atropellos el pasado año. Pues toma sello por ser la primera ciudad amigable y segura en movilidad.
No somos tan superlativos como nos creemos. Dice el último informe PISA que Castilla y León se mantiene en el pódium educativo. Los estudiantes de esta comunidad son los segundos mejores en Matemáticas y Ciencias, pero las notas caen en ambas materias. Pero, ¿de qué vale ser la generación más preparada si no existe un control sobre los propios instintos? Esta semana hemos conocido un dato alarmante que invita a reflexionar: el 30% de los adolescentes apuestan dinero por Internet o en salas de juego. Llegan a utilizar la documentación de sus padres. En 1990, el perfil del ludópata era el de un trabajador, padre de familia, obrero no cualificado, que se dejaba el dinero en el bingo o en la tragaperras y ahora son jóvenes endeudados, sin trabajo fijo y con estudios. Somos superlativos en vulnerabilidad y de eso no se habla. No se habla de la fragilidad del ser humano ni de la necesidad de hilar fino desde la cuna, de hilar en las aulas, de hilar fuera de ella y de construir una mejor persona.
Vamos a proponernos ser superlativos apartádonos de la codicia de pretender sobresalir sin méritos propios. Vamos a dejarnos de ínfulas artificiosas y ¡a trabajar en nuestra mejor versión!
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