Tengo un sueño
La canaleja ·
«Ahora con las últimas dádivas de Sánchez podemos viajar gratis en tren. Pero qué desventura la nuestra, que el ferrocarril ya no para en el pueblo y al aeropuerto aún le queda para rato»Secciones
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«Ahora con las últimas dádivas de Sánchez podemos viajar gratis en tren. Pero qué desventura la nuestra, que el ferrocarril ya no para en el pueblo y al aeropuerto aún le queda para rato»Aparte de los recurrentes de cosas propias de mi edad, sexo y condiciones, yo tengo un sueño. No es tan generoso y colectivo como el de Martin Luther King, pero es legítimo e individual. Sueño, a veces despierto y otras en reposo, que tengo derecho ... a una subvención, a una ayudita, la que sea, para transitar con más alegría en este valle de apreturas. Y en los últimos tiempos, estos de medidas anticrisis, mis fantasías con el acceso a un auxilio público son reiterativas, incluso cargantes, que creo que mi vulnerabilidad es suficiente para merecerla.
Mi sueño, como el de usted, es mío y dorado, y contiene todos los requisitos para que no se cumpla, para que sea inalcanzable. Así llevo con la misma ilusión muchos años y solo he encontrado que por más que lo deseo menos posibilidades tengo. Son muchos años de decepciones, de escuchar a los políticos sus enormes intenciones de ayudarme, para terminar ahogado en la orilla. Y eso que hubo un tiempo ya lejano en el que creí que iba a ser mi momento, con mi numerosa chavalada como aval. Pero nada; todo lo más que podía conseguir eran descuentos en billetes de avión, y cosas así de útiles, que de bajar el precio del IVA de los pañales ni hablamos por ser una temeridad para las cuentas del estado del bienestar.
Cuenta mi amigo Quinto que por poco no llegó a las ayudas por hijos, como le pasó a otro amigo de Olmedo, Piito, que tuvo la estupenda suerte de ser padre al día siguiente de acabarse la subvención por nacimiento. Son cosas que pasan, chavales, cuando los sueños son demasiado ambiciosos. Ahora con las últimas dádivas de Sánchez podemos viajar gratis en tren. Pero qué desventura la nuestra, que el ferrocarril ya no para en el pueblo y al aeropuerto aún le queda para rato.
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