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Alberto Mingueza
SOS Cristo de la Luz
Óxidos y Vallisoletanías

SOS Cristo de la Luz

«Quizá se creen que es un jamón de Guijuelo que se puede colgar de cualquier lugar oscuro»

José F. Peláez

Valladolid

Jueves, 14 de marzo 2024, 17:37

Leo a Jesús Bombín en El Norte y se me caen a los pies el alma y el café. Resulta que el Museo del Prado se lleva a Madrid el Cristo Yacente de Gregorio Fernández y colocará en su lugar al Cristo de la Luz, así, sin más, como cuando cambias las sábanas, cuando cambias la hora o cuando cambias a Modric por Bellingham. Lo sacan de su capilla en el Palacio de Santa Cruz para llevarlo a la sala de un museo porque sí, porque les da la gana, sin dar más explicaciones, sin una mínima sensibilidad hacia la ciudad y con esa soberbia que les caracteriza. Quizá se creen que el Cristo de la Luz es un jamón de Guijuelo que se puede colgar de cualquier lugar oscuro. En cualquier caso, fundamentalmente lo hacen porque pueden, supongo, como ese sargento 'con dos cojones' que da órdenes con una gotita de vino en el bigote. Lo hacen porque es suyo. Y es cierto, el Cristo de la Luz es hoy propiedad del Museo de Escultura, supongo que habrá unas escrituras que así lo acrediten desde que el estado se lo robara a la Iglesia en la desamortización de 1836. Pero una cosa es que la propiedad de algo sea legalmente tuya y otra muy diferente es pensar que es tuya, que te pertenece 'in natura' y que puedes hacer lo que quieras con ella. No se puede confundir 'potestas' con 'auctoritas' y el hecho de que legalmente puedas hacer algo no implica, ni por asomo, que tengas la autoridad social y moral para hacerlo. Recordemos que, en esta ciudad el Real Valladolid no ha podido cambiar su escudo porque la afición no se lo ha permitido. Y que El Norte de Castilla no ha cambiado los caracteres góticos de su cabecera porque su calado social es de tal envergadura que simplemente trasciende las estéticas del momento. El Norte de Castilla es un activo de Valladolid y ser el dueño de las acciones no te convierte en dueño de lo intangible, de aquello que trasciende a lo mercantil para adentrarse en lo histórico, en lo afectivo o en lo inmaterial.

Pues, del mismo modo, el dueño de el Cristo de la Luz es la ciudad de Valladolid. Hasta el punto de que nuestro Cristo presidió las honras celebradas en San Benito por la muerte de José Zorrilla. Y resulta que Valladolid ha visto desde 1940 a ese Cristo en la Capilla Universitaria del Colegio de Santa Cruz, donde está en depósito y desde la que se le rinde culto. Porque un Cristo no es un calendario, un Cristo no es un coche del Servicio de Gestión Forestal y tampoco es un edificio al que se le pueda destinar el uso que más le convenga a la administración en cada momento. Y a pesar de que se trate, sin duda, de la obra maestra de Gregorio Fernández y de la talla con más valor de toda la Semana Santa vallisoletana, tampoco es una obra de arte. Aunque esté a la altura de 'Las Meninas', no son 'Las Meninas'. Porque a 'Las Meninas' no se las saca a hombros cada Jueves Santo, ni delante del cuadro se arrodilla cada semana una anciana, ni llora una niña ni reza una estudiante universitaria. El Cristo de la Luz no es una pieza expositiva: es un objeto de culto y esto hay que entenderlo. Hay una incompatibilidad evidente entre el culto y la exposición de imágenes sagradas cuando también son obras de arte. A no ser que permitan, claro, que se de una misa semanal en esa sala en la que el Cristo de la Luz va a estar cinco meses. Una imagen a la que se rinde culto no debe abandonar jamás su función cultual. Ni siquiera cuando se trate, como es el caso, de una referencia internacional y del icono universal del crucificado.

Algunos me dirán que qué pasa con Las Edades del Hombre, por ejemplo. Bien, es un caso diferente. Es más, es el caso opuesto. Las Edades del Hombre es la Iglesia abriendo el arte sacro a la sociedad y esto es el estado reivindicando la propiedad del arte sacro que se robó a la Iglesia. Y al estar en la Universidad ya se presupone una vocación de apertura pública y gratuita. Por eso no se entiende ni la decisión del Ministerio ni mucho menos la docilidad, el pasotismo y la mansedumbre con las que Valladolid ha recibido la noticia. No se puede ser tan abúlicos. Y digo esto porque, a pesar de que la noticia es portada del periódico, no está entre las más leídas del día. Pregunto al director y me confirma que no está ni entre las veinte primeras, no me quiere decir si es la veinticuatro, la treinta y seis o incluso peor. Y pienso que, si esto pasara en Sevilla, a esta hora habría media docena de personas encadenadas y una ciudad entera volcada. Esa es la diferencia, me temo. De Sevilla no hemos de aprender a cantar saetas sino a respetarnos un poco. Y, sobre todo, a hacernos respetar.

Algunos dirán que no es para tanto, pero lo es: tengo serias dudas de que ese Cristo vaya a volver jamás a su lugar. Porque el Ministerio puede aprovechar para perpetuar una situación que será, según ellos, la natural, la consolidada; porque puede que haya entonces voces en la Universidad que no estén de acuerdo con la presencia de un símbolo religioso en un entorno universitario y que aprovechen los 'hechos consumados' para hablarnos del progreso, del laicismo, de que la sociedad avanza inexorablemente hacia no sé dónde, que todo esto es un adoctrinamiento de la derecha y, en fin, todas esas tonterías de Urtasun, que es –no lo olviden– el Ministro de Cultura. Sí, el Cristo de la Luz está en manos de Sumar, un partido sin representación municipal, provincial ni autonómica.

Disfruten del Cristo de la Luz en su capilla, puede que sea de las últimas veces que lo vean. Javier Sánchez, alcalde mayor de la Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de la Luz es una excelente persona y dice a El Norte que no ve motivos para preocuparse. Pero yo sí los veo. Será porque no sé tanto como otros del tema semanasantero. Pero sí que sé un poquito de políticos, uno los empieza a conocer. Y no tengan duda de que el plan es el que es y que todo lo que se pierda ahora será irrecuperable.

Por cierto, el Ministerio de Cultura, tan obsesionado con el colonialismo definió hace poco lo que entiende por cultura colonial: «Un conjunto de manifestaciones culturales que se producen en una comunidad bajo la presencia de otro grupo humano foráneo que ejerce una posición dominante». Bien, pues el grupo foráneo que ejerce una posición dominante es el Ministerio de Cultura. Y lo que están haciendo es una muestra evidente del colonialismo que tanto critican. Solo que nosotros no somos guaraníes sino castellanos. Y esa talla es de Jesucristo y no de la Pachamama. En caso contrario, ¿quién es el ingenuo que piensa que se iban a atrever a dar este paso?

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