Sofoco

Cuando el siglo pasado dos amigos que trabajaban en la Universidad de Valladolid me hablaron del nacimiento de las redes sociales, me pareció algo que podía ser divertido pero de escaso interés. Veinte años después de aquella primera inmersión en chats rudimentarios y una web ... poco desarrollada a través de un módem que daba pitidos antes de conectarse a velocidad de tortuga, valoro lo que me dijo uno de ellos: «internet es el mundo; es todo». No me lo creí pero el tiempo le ha dado la razón, y su fe en el invento lo ha colocado en una empresa experta en el tema que le paga un dineral. No sé qué sería de nosotros sin tener la certeza de que seguimos enchufados a cualquier hora del día, teniendo en cuenta el sofoco que provoca quedarse sin conexión.

Los que nos avisan de las maldades que esconde ese entramado no hacen otra cosa que darle la razón a mi colega, porque así es el mundo. Un universo del que, incluso los que nos tomábamos a cachondeo el hallazgo, no podemos prescindir ni para lo bueno ni para lo malo. No cabe duda de que el sistema tiene peligros, pero nos facilita extraordinariamente la vida cotidiana y nos acerca a conocimientos inmediatos. El reportaje de hoy es otra prueba de las bondades de ese 'internet amigo' para los pacientes con problemas respiratorios que necesitan saber cómo está el aire antes de salir de casa.

¿Alguien recuerda cómo se hacían antes estas cosas?

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