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El mundo está en crisis desde hace demasiado tiempo. Incluso desde su creación porque la ambición, el egoísmo, la codicia y la soberbia han marcado la actuación del ser humano en busca de la conquista y control de territorios, culturas y religiones con el objetivo ... de ostentar el poder, manejar el dinero y disfrutar de los recursos naturales. No se trata de rememorar tratados de la historia de la humanidad, pero sí incidir en la necedad y estupidez del ser humano que parece no haber aprendido casi nada de los siglos de violencia, sufrimiento, muerte y destrucción. Hay que incluir las injusticias y las desigualdades para poder contextualizar cómo es posible en pleno siglo XXI, con la demostración de que la única vía de convivencia en paz, el respeto del Estado de derecho y sus instituciones.
Toda esta teoría está escrita y demostrada en muchos países a lo largo del tiempo, pero, increíblemente, nos encontramos en un punto donde la crisis económica y social, producto de una crisis de principios y valores, permite a personajes sin escrúpulos la manipulación impune de los resortes del poder con apoyo de las nuevas tecnologías y sus herramientas como las redes sociales que amplifican sobremanera los mensajes por su alcance y rapidez. Estos personajes populistas autoritarios se sirven de la precaria situación económica de parte de la población y de la frustración creada por la ineficacia y corrupción de muchos partidos tradicionales en su ejercicio de gobierno. El caso es que nos encontramos en la actualidad bajo la dictadura violenta de un presidente ruso que pone en jaque a la comunidad internacional, sobre todo a Europa, con su invasión de Ucrania que provoca una enorme inestabilidad económica, energética y alimentaria. Y bajo la amenaza de graves enfrentamientos en países tan relevantes como Estados Unidos y Brasil. Hay otros muchos en Europa, América, África o Asia que sufren los efectos de la polarización política y social.
Los populismos están creando una grave división en numerosas sociedades aprovechando la enorme confusión que han creado al mezclar medias verdades con mentiras perversas y promesas imposibles de cumplir pero que buena parte de los ciudadanos quieren escuchar y, sobre todo, tienen necesidad de creer para evitar la frustración total y una profunda melancolía. Esa confusión lleva a una enorme manipulación y a una gravísima erosión de los sistemas democráticos. Lo estamos viendo ahora en el caso del control de Twitter. El problema no es solo Trump.
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