Soberanías
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El avisador ·
«'Despechá' se siente Carmen Calvo ante la traición de los suyos. Sola y 'despechá', como la canción de Rosalía, que se ha convertido en el icono mayor de un país estrafalario, perdido, caricaturesco»No sé en qué cadena verán esta noche los jueces el mensaje del Rey. Lo mismo una buena parte de ellos prefiere no asomarse a la televisión. Entrar lo más pacíficamente posible en el espíritu familiar de la Nochebuena y prepararse física y anímicamente ante ... lo que se les viene encima en 2023. El turbión de aplicaciones, revisiones y consecuencias jurídicas dimanadas de la aprobación de las diecisiete nuevas leyes aprobadas por el Parlamento este año. Locos, locos, locos.
A las torres jurídicas del Estado les va a servir de poco enrocarse con el Rey, ni siquiera con la Constitución, para resistir sin perder el juicio en el nuevo tablero de ajedrez de la vida política española. Una preocupación, la de los jueces, que parece que ya se ha extendido también entre los médicos y sus conciencias, con la puesta en marcha de las nuevas leyes relacionadas con el sexo. Desde los últimos supuestos del aborto hasta la autodeterminación de género en la más corta edad. Como si no hubiera ya pocas preocupaciones en el entorno sanitario.
El rostro, esta semana, de Carmen Calvo, con su abstención frente a la consigna del Gobierno, es todo un poema. Y la expresión de hasta qué punto eso que no pocos diputados llaman ya la «soberanía popular» (frente a la «soberanía nacional» de la que habla la Constitución) se impone como una apisonadora. Incluso ante los miembros más destacados del partido reinante.
Un Partido Socialista que hace tiempo que gobierna únicamente en sus autonomías. Porque en la Moncloa, como reflejo fiel del Parlamento, lo que se impone es el revoltillo de la coalición. Esa sociedad morganática que tan bien representa hasta qué punto puede llegar a ser perversa la aritmética cuando se la aplica a la vida democrática.
'Despechá' se siente Carmen Calvo ante la traición de los suyos. Sola y 'despechá', como la canción de Rosalía, que se ha convertido, se me antoja, en el icono mayor de lo que representa hoy la España de la soberanía popular.
Un país estrafalario, perdido, caricaturesco, moderno en el sentido de esa modernidad líquida de Bauman que «ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir». Como la 'bien pagá', vamos, pero en caca de luxe. Una España 'motomami' que se crece en la cutre robustez de su fragilidad. Una prueba más de la huida hacia adelante: el aumento de las hipotecas en plena subida del Euribor.
No se sabe si por el 'carpe diem' o por la necesidad de bunkerizarse en casas con jardín, a la vista de las nuevas imágenes de los efectos del coronavirus que nos llegan de China. Ocupar hoy. Ya veremos cómo pagar mañana.
Porque esa es la otra cara de aquellos que llegan un año más a la Nochebuena sin que les haya rozado el Gordo. Más ciudadanos durmiendo en la calle o guardando fila en la beneficencia. Menos derechos de las mujeres (Calvo 'dixit') y más, muchas más actitudes machistas entre jóvenes y adolescentes. Menos ahorros en las cuentas. Y una rebaja más que notable, desde las filas del propio Gobierno, de las perspectivas de crecimiento para 2023. Por hablar solo de unos pocos territorios ajenos a la euforia motomami.
Aunque físicamente ya pasó, simbólicamente hoy entramos en la noche más larga del año. Un año que se ha hecho tan largo como esta noche. De ello hablará el Rey, al que antes de la soberanía popular, y antes aún de la constitucional, llamábamos soberano.
En la felicitación de la Familia Real de este año, la princesa y la infanta se abrazan y sonríen, no se sabe si con la esperanza de que su generación nos saque de este lío. O simplemente porque ellas también tienen fe en la España de Rosalía. Todo podría ser.
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