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En seis años largos de reinado, Felipe VI no ha proporcionado motivo alguna de censura y menos de crítica. Y que conste que deseosos de encontrárselo no faltan. Bien puede decirse que está siendo un reinado modélico. Los tiempos políticos que le han tocado no ... son fáciles: vivimos la etapa más compleja de la democracia. Los avatares que continuamente agitan a la vida política llegan a diario a la opinión pública. En este periodo se han celebrado elecciones sin cuento, se han sufrido crisis para constituir Gobiernos, mociones de censura y rifirrafes continuos entre unos partidos incapaces de entenderse incluso en los momentos más delicados para la estabilidad del Estado.
Los problemas catalanes, con los independentistas intentando aprovecharse de esta etapa de debilidad general y fragilidad manifiesta para alterar el ambiente en la búsqueda de sus pretensiones y las graves desavenencias de un vecino como ocurre con Marruecos, se repiten uno tras otro sin dejar tiempo para tomarse un respiro en medio de la pandemia mas grave desde que hay memoria.
Entre tantas preocupaciones, la figura serena y tranquilizadora de Felipe VI ha destacado en el cumplimiento de las funciones y responsabilidades que le atribuye la Constitución. Las encuestas reflejan algo que se detecta en la opinión de la calle: su actitud cada vez merece mayor reconocimiento y mejor valoración. La experiencia de estos años demuestra que el Rey es plenamente consciente de sus funciones y es escrupuloso en su ejecución. Las criticas variadas nunca incluyen al Monarca. Por eso ha causado sorpresa, y en muchos ambientes solventes indignación, la sugerencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de que llegado el momento de firmar como jefe del Estado el decreto con los indultos de los políticos catalanes que promete el Gobierno, se niegue a hacerlo.
Parece que la intromisión de Ayuso en un asunto tan delicado ha caído mal en su propio partido. Algunos líderes del PP no se han recatado de censurar semejante intromisión y ella en lugar de rectificar, amplía lo expresado en la plaza de Colón con argumentos poco consistentes. Una propuesta de esta naturaleza podría parecer normal formulada por alguna persona que ignora la ley y se expresa conforme a sus criterios personales, pero no es concebible que en un Estado de derecho lo haga una líder insaciable de populismo desde un puesto público. Por fortuna son mayoría los ciudadanos que reconoce los derechos y limites que la democracia impone a cada uno. El Rey tiene sus atribuciones.
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