Una mujer llega a la escuela primaria de Uvalde (Taxas) en la que un hombre armado mató a 19 niños y dos maestros. Marco Bello / REUTERS

La sinrazón del rifle

Editorial ·

EE UU debería plantearse por qué es el único país en el que se suceden sin cesar ataques indiscriminados con armas de fuego

El Norte

Valladolid

Jueves, 26 de mayo 2022, 00:04

El asesinato de 19 niños y de dos profesoras a manos de un joven de 18 años en una escuela de primaria de la localidad texana de Uvalde ha vuelto a estremecer a Estados Unidos y al mundo. Amerie, Uziyah, Xavier y José tenían entre ... ocho y diez años. Irma y Eva, las maestras, eran también madres. El desconsuelo de sus familiares y vecinos se ha extendido a los allegados de todas las víctimas de tantas matanzas similares. El pasado año se produjeron 693 tiroteos masivos –con cuatro muertos o más– en el país; el anterior, 611. El actual, 43 alumnos han sido asesinados en centros de enseñanza en análogas circunstancias. La actuación de Salvador Ramos en Uvalde fue tan parecida a la de Adam Lanza hace casi una década en el colegio Sandy Hook de Connecticut que, junto a casos como los de Columbine y Parkland, permite confirmar un patrón general de conducta.

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Un patrón en el que concurren la inestabilidad psicológica extrema y la necesidad nihilista de notoriedad en torno a la adolescencia, un deseo difuso de revancha que anula la mínima empatía hacia quienes acaban siendo cosificados aleatoriamente por la sinrazón y el fácil acceso a la posesión de armas de fuego como recurso visualizado desde la más temprana edad. Factores que han podido agudizarse tanto a causa de la pandemia como de la fractura moral que experimentan los estadounidenses.

EE UU se resiste a confrontar que es el único país del mundo en el que se suceden sin cesar los ataques con armas de fuego indiscriminados y sin motivación precisa. Las administraciones tienden a establecer medidas de protección en escuelas e institutos, en centros comerciales y en eventos, mientras el Senado norteamericano continúa evitando legislar siquiera para exigir más antecedentes a los compradores de armas. Porque hasta la tragedia de Uvalde ha permitido a los entusiastas de la Segunda Enmienda alegar que no se trata de impedir que el eventual agresor acceda a armas y municiones. Que la solución está en conseguir que sus potenciales víctimas se provean de medios de defensa suficientes para evitar lo peor.

Así es como la sinrazón violenta atenaza a todo un país cuando pretende liderar la respuesta democrática al auge de la razón de la fuerza. Cuando el orden de los factores exigiría restringir el alcance de la Segunda Enmienda para poder intervenir sobre pulsiones personales que cuentan con más armas particulares que ciudadanos en Estados Unidos.

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