El síndrome Kodak

La sentencia concluye que la automatización «implica una oposición entre los derechos sociales alcanzados por los trabajadores, que se vislumbran como obstáculo u óbice para alcanzar un rendimiento empresarial más óptimo».

Cierto es que la legislación española actual (por ahora) no entiende como causa objetiva de despido la mejora por productividad derivada de la adopción de tecnología. Pero, visto con perspectiva histórica, una cosa es segura: los robots ganarán la batalla. Y cuanto antes asumamos el cambio al que nos enfrentamos, más tiempo tendremos para prepararnos y menos para lamentarnos de las consecuencias.

Atrás quedó esa época en la que estudiabas una carrera y obtenías un título con el que te garantizabas un puesto fijo. Las nuevas generaciones vivirán una nueva era que implica formación continua, etapas profesionales marcadas por varios cambios de trabajo y de perfil y, sobre todo, un permanente cuestionamiento de si seguimos siendo relevantes en el mercado laboral. Un mundo más complejo, sí, pero sería absurdo pensar que a los camiones de basura les quitarán los brazos automáticos para volver a contratar a más operarios o que se desinstalarán las cámaras y sensores de los vagones de metro para contratar a revisores.

La inteligencia artificial seguirá avanzando y, como ha ocurrido siempre, todo lo que pueda ser automatizado, será automatizado. Por supuesto que debemos preocuparnos como sociedad, pero sobre todo ocuparnos. Limitarse a pensar que el Gobierno y las leyes nos protegerán del cambio tecnológico sería algo parecido a dejar esta transformación en manos de aquellos ejecutivos de Kodak que, tras patentar la primera cámara digital de la historia, prefirieron seguir fabricando carretes fotográficos.