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Vivir aislado de la realidad, en una torre de marfil, siempre ha sido uno de los males de los políticos en cuanto pisan moqueta y ... montan en vehículo oficial. Casos hay para llenar cientos de canalejas y para petar 'el internet', que ya es. Estos conquistadores llegan a la política; ven el mejor lugar para situarse y vencen en ese mundo paralelo que son los partidos. Luego viene el cargo y la incomunicación con la vida real. Mientras, el administrado sobrevive pendiente de un hilo, de una norma que vuelque su manera de vivir.
Los penúltimos en padecer este síndrome del despacho han sido Sepúlveda, Sebúlcor y Carrascal del Río, tres pueblos de Segovia que viven en, para y por las Hoces del Río Duratón, un Parque Natural más que recomendable. Desde la torre de marfil correspondiente y me jugaría mi pelo a que sin pisar el terreno, han ordenado poner puertas al río y que la práctica del piragüismo turístico –actividad de la que comen en esa comarca– tenga más normas que un contrato bancario.
Como les decía han volcado su manera de vivir, su piragua. Y sin moverse del despacho, que seguro es cercano y quizá hasta contiguo al que ocupa alguien que diseña sesudos planes sobre el cursimente llamado reto demográfico. No conozco otra manera de combatir la despoblación que con empleo; y esta restricción al turismo activo castiga aún más a una zona en la que para iniciar un negocio hay que tener valor, remar y mancharse las botas. Y eso entre moqueta no ocurre.
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