En estos días de verano, y más concretamente de vacaciones, imagino que somos muchos los que aprovechamos algún que otro momento para hacer aquellas gestiones que durante el año, por las prisas del día a día, se nos ponen cuesta arriba.
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Además de la clásica ... revisión del automóvil y de la ITV, este año he tenido el valor de añadir alguna gestión más que, iluso de mí, creí se podría solucionar en un par de horas.
Después de cinco años, y tras comprobar que la mayoría de compañeros de clase ya poseían el DNI, me decidí a sacar el famoso carné para mi hijo Dimas.
Entré en la web y pedí la cita previa bien entrada mañana, todo el mundo sabe que los veranos son para acostarse tarde y dormir la mañana. Su madre practicó con él para que tuviera una bonita firma y yo le expliqué que por primera vez, como dirían Tony Leblanc (Cocosabio) y Conchita Velasco (La Gándula), «tocaría el piano», y que sería muy distinto al Steinway & Songs del conservatorio del colegio.
Vimos nuestro número en una pantalla que nos señalaba la mesa 5. Nos sentamos en las dos sillas de confidente frente a la funcionaria que creaba los famosos 'deeneís', quien nos pidió religiosamente su partida de nacimiento y su nuevo empadronamiento. Que por supuesto, no teníamos.
Vuelta a empezar. Lo del registro no me llevó mucho tiempo, ni me fue tan mal, solo me regañaron un par de veces, señal de que fui a buena hora y no habían bajado aún a echar el café y el pitillo.
Por circunstancias de la vida, Sofía y yo seguimos empadronados en casa de nuestros padres. En unos días cumpliremos nueve años felizmente casados, y sinceramente, lo del empadronamiento nunca había sido una prioridad. Y por qué no decirlo, existe una leyenda urbana en la que creo a pies juntillas, que dice que si modificas tu residencia, vas directo a la mesa electoral en las próximas elecciones. Y como ustedes entenderán ¡esos riesgos no se pueden correr!
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Así que tuvimos que empadronarnos los dos para poder inscribir al niño. Después de comprobar que no éramos morosos del IBI y del impuesto de circulación, conseguimos realizar todas las gestiones. Y al fin, ya podíamos volver a la oficina de la policía para realizar el ansiado carné.
Volví a la web y saqué una nueva cita, y allí nos volvimos a encontrar, en la misma mesa, y con la misma funcionaria que tan simpáticamente nos atendió y que por momentos parecía recién salida de la RDA. Pensé en grabar la firma y las primeras notas 'tocando el piano', pero el ambiente no estaba para sacar el móvil.
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Pagamos la tasa en metálico, porque la administración, en pleno 2021, no tiene capacidad para poder cargar con tarjeta o Bizum, algo increíble cuando hasta el quiosquero donde compro los periódicos maneja las dos opciones.
Hace unos años, el catedrático de Economía Aplicada José María Okean, en una charla muy interesante, expuso que el problema de la competitividad en nuestro país se debía a un problema fundamental, la urgente necesidad de: «Simplificar España».
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Desde darse de baja de una compañía telefónica, empresa estresante y frustrante, a crear un simple negocio, todo se pone puesta arriba y el asunto es tan desesperante que muchos abandonan antes de que lleguen los papeles.
Lo que en teoría iba para un par de horas, se convirtió en una semana de albaranes y mostradores, con la sensación de que se te han ido cuatro días de oro por el sumidero, y por supuesto, con el miedo de que en unos meses venga la policía municipal a invitarte a ser protagonista fundamental de la fiesta de la democracia.
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