El silencio de los corderos
Rincón por rincón ·
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«Nadie se atrevió entonces a objetar porque en tiempos de crisis quien discrepa tiene un pie en el precipicio»La música, como las victorias electorales, calma la sed y serena el ánimo. Provoca paz, en definitiva. En la política los tiempos victoriosos, por distantes que parezcan, tienen ese mismo efecto sedante, que se extiende en cadena y alcanza a todos los extremos.
Así, ... el arrollador triunfo de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid ha causado en las filas del PP un impacto inmediato: el ruido de los sables ha cesado, las bayonetas han vuelto a sus fundas de cuero y los puñales regresan a la altura de los botines.
Sopla el viento de cola para el Partido Popular y la fuerza del mismo invita al recogimiento interno y la fidelidad incuestionable al líder, al hoy único líder.
No es nuevo, ocurre siempre, pasa en todos los partidos y, no se sorprendan, tiene un efecto limitado en el tiempo que solo se prolongará en virtud de un resultado favorable en la próxima cita electoral.
Tiene la política de hoy, como ocurre en el fútbol con los entrenadores, un discurso demasiado previsible, cargado de tópicos, sofocante por momentos y de una lógica tan esperada que ha perdido esa 'chispa' que provoca lo desconocido, ese ingenio que ilumina a los ciudadanos o esa fortaleza que permite ofrecer cierta seguridad.
Arrasa el PP en Madrid y no se mueve una paja en Castilla y León. Nadie cuestionará hoy la figura de Alfonso Fernández Mañueco o, al menos, no se osará tan alegremente en lanzar diatribas como si todo fuera posible, como si todo estuviera bajo cuestión.
Desde la distancia, cruzar la puerta de Génova tiene un efecto vitaminante, se crecen los egos, se ganan centímetros, se ilumina el rostro y se cree en una única verdad, la de uno mismo.
Esa metamorfosis también ha acompañado al actual secretario general del PP, Teodoro García Egea. Hay tipos con los que es imposible empatizar, incluso en una larga noche de humo y cervezas. Él es uno de esos casos.
'Teo' tuvo una de sus actuaciones estelares en León. Fue esta tierra el escenario de su 'coronación'. Algo así como un espectáculo cañí. Rodeado de los suyos, tuvo a bien subirse al tablao, taconear un poco, agitar el sonido de las castañuelas acompañado por un par de malabarismos en el aire y ¡olé! ahí estaba su fórmula para revitalizar a los populares leoneses.
Envuelto en sonrisas, aplausos y abrazos girados en falso saludó a los presentes al mismo tiempo que giraba el cuello y lanzaba sus brazos hacia José Miguel González Robles, amigo, compañero de cruzadas, fiel de principio a fin, repeinado y saleroso como él.
Nadie se atrevió entonces a objetar porque en tiempos de crisis quien discrepa tiene un pie en el precipicio. 'Teo' y José Miguel, pareja de éxito en el PP leonés, solo tuvieron un problema: la realidad.
Bajo los focos del escenario, la figura de José Miguel González Robles se diluyó a velocidad de vértigo: ni era tan guapo, ni tan alto, ni tan políticamente correcto ni tan listo. En realidad era un político de medio pelo cazado apenas unas semanas después con un título falso de licenciado en Derecho. Un truhan para un artículo novelesco.
Ahora 'Teo' amenaza con estrenar una nueva obra en León. Lleva al cartel a Manuel García, otro buen amigo, y extiende la mano al berciano Raúl Valcarce, otro buen amigo (bis).
El argumento es conocido y el guionista del nuevo estreno podría ser José Miguel González Robles, el mismo falso licenciado en Derecho. La obra, como la primera, promete ríos de tinta y lleno en la sala. Título: 'El silencio de los corderos'. Memorable.
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