Pues el circo continúa. Nadie esperaba lo contrario, claro. Los petrodólares mandan y la banca siempre gana. De los actores, poco esperábamos. Solo los alemanes amagaron con alzar la voz y ya se encargaron de fulminarlos. A los de aquí no hace falta, ya lo ... hacemos nosotros desde dentro. España es un caso perdido. La crítica es sana y necesaria. Las cuentas pendientes, otra cosa. El periodismo 'deluxe' ha vencido. Su trabajo de pico y pala creando odio y echando mierda sobre el seleccionador ha funcionado. Se ha repetido la historia de Luis Aragonés, a quien masacraron al principio por cometer la osadía de no llevar a Raúl. Felicidades a los odiadores.
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El gran jefe blanco y sus súbditos chiringuiteros han jugado bien sus cartas. Ahora quedamos a la espera de que el siguiente lleve a Ramos (¡que hartazgo!) o, si hace falta, a Butragueño. Ya están diciendo que el nuevo seleccionador no pierde el tiempo haciendo 'streams'. A Luis Enrique se le murió una hija de nueve años y al poco ya estaba entrenando. Semifinalista de la Eurocopa, subcampeón de la Liga de Naciones, primero en el grupo de eliminatorias y, en este Mundial, fuera por penaltis ante Marruecos, los leones del Atlas, la gran revelación, pero se le critica que haga un 'stream' una hora al día (cuyos beneficios, por cierto, van a una fundación de oncología infantil).
Luis Enrique ha tenido dos fallos: ser políticamente incorrecto y no ser del equipo blanco. Ni una cosa ni la otra le han perdonado. Yo lo que no perdono (aparte de que se siga disputando este fraude de Mundial) es que por culpa de la eliminación de España nos quedamos sin las maravillosas crónicas de Rajoy. Ya saben: Alemania es Alemania. O todo es mentira salvo alguna cosa. En el fútbol cada vez más uno piensa que todo es mentira.
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