Lo siento, no puedo

Escucho los argumentos de quienes ven factible, incluso necesario por higiene democrática, pactar con EH Bildu unos presupuestos. Entiendo, en cierto modo, que vean lo apremiante de inocular unas gotas de negociación democrática a un partido que mantiene lazos con quienes apretaban el detonador el día que mi compañero de piso, becario en una emisora, tuvo que echar una mano a los periodistas veteranos porque acababa de estallar una bomba en el Puente de Vallecas. Trato de empatizar con el argumento de que perdonar es el camino. Y supongo que se refieren también a perdonar el miedo con el que un día fui a escribir una crónica futbolística a 'El Diario Vasco' y pasé por un detector porque a su director financiero, Santiago Oleaga, le habían asesinado de siete tiros. Siete. Que ya es almacenar odio.

Me gustaría olvidar y tener el no-recuerdo de ETA que alivia a los nacidos en este siglo; obviar el día que, en la redacción de El Norte en Segovia, se escucharon las campanas de la Catedral anunciando la hora, las cuatro de la tarde, en la que le pegaban dos tiros en la cabeza a Miguel Ángel Blanco en un descampado.

Pero me acuerdo. Y eso me impide leer 'Patria', ver el documental de Sistiaga o apreciar un pacto, cualquier pacto, con EH Bildu como un símbolo de normalidad democrática. Lo siento, pero no puedo.

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