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Esquerra apoyará los presupuestos a cambio de que en una parte las películas de Netflix y el resto de plataformas se hable en catalán. Dirán «qué bobada», pero en el imaginario del independentismo, en este momento Cataluña le retuerce el brazo a Hollywood. Gabriel Rufián ... ha dicho en el debate sobre Presupuestos que al PSOE -España, para él- no se le convence; «se le obliga». Lo dice con ese ademán de chulo de bolera que o se hace lo que él dice o pisa el cuello de cisne de Sánchez, que es el cuello de España. Y Sánchez, por supuesto lo permite. El independentismo catalán ha descubierto que no se trata tanto de que el Estado deje de someterles, como de someter ellos al Estado, y de ahí nace el intento que veremos en adelante ya no solo de que Madrid no meta mano en la hacienda catalana, si5no de que serán los catalanes los que fijen los impuestos de los madrileños.
Esto de poner a la gente a hablar en el idioma de uno en las películas se le ocurrió antes a Franco y por eso cuando yo era un niño y en casa veíamos las películas de guerra, mi padre se quejaba de que cuando en 'Tora!, Tora!, Tora!' el comandante Mitsuo Fuchida ordenaba el ataque de las fuerzas japonesas sobre 'Pearl Harbour', hablaba como un corredor de seguros de Murcia. También obligarán a que la producción de las grandes plataformas se ruede en catalán. Me estoy imaginando ahora una serie sobre capillitas sevillanos en ampurdanés en la que a la Esperanza Macarena -estrella de la mañana-, la gente por la calle Feria le gritara «¡Maca, maca, maca!» Que en catalán significa «guapa, guapa, guapa». La cuota de catalanía en el cine también se extiende al catálogo general, con lo que tendrán que doblar más de mil películas. Imagino las tentaciones de hacer los diálogos más comprensibles al votante nacionalista y de meter alguna morcilla por la que en la escena final de 'Casablanca' terminen diciendo «Siempre nos quedará Vilanova i la Geltrú», y Elsa se suba en un vagón de Rodalíes.
En los países en los que se subtitulaban las películas en lugar de doblarlas, el nivel de inglés de la población era francamente mejor. Lo responsable hubiera sido limitar el doblaje y ampliar los subtítulos en Cataluña y en el resto de España, pero Esquerra pretende como pretendía Franco que el idioma fuera un imperio y que el niño que ve la tele crea que en a bordo de la 'Surprise' de 'Master and Commander' se habla como se habla en Lleida. En realidad, el doblaje generalizado encuentra acomodo en el intento de borrar culturas distintas o al menos hacerlas lejanas, inalcanzables y aún más extranjeras pretendiendo que nadie puede entender aquellos idiomas y por lo tanto no merece la pena siquiera escucharlos.
La lengua aquí se utiliza como empalizada ante otros mundos en los que se hablan otras lenguas, universos en los que el ciudadano se sentirá torpe, perdido, ajeno y forastero. Con los años uno entiende que cualquiera viendo series en inglés subtituladas al castellano es capaz de ir a Nueva York y pedirse una pizza, pero no importa, pues el nacionalismo necesita dibujar lo que está más allá de sus fronteras como un hostil y desabrido donde un ciudadano a punto de orinarse encima no es capaz de encontrar el servicio en un pub de Londres porque nadie le entiende y, en ese momento, alcanza el absoluto nacionalista de que como en su pueblo no se está en ninguna parte.
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