Le quedan diez días de carrera artística sobre los escenarios. Tras ocho meses de conciertos en Estados Unidos, América Latina y, prácticamente, toda España, ha elegido situar el punto final en su Barcelona natal, el próximo día 23, y antes se despide de Madrid, esta ... noche y mañana, con un aperitivo, a petición del publico, la pasada semana. Nadie como Serrat ha sabido conectarnos con la poesía de la vida, con la belleza de las armonías hechas canciones. Este catalán universal ha conseguido confeccionar la banda sonora de nuestras vidas y hacer de 'Mediterráneo' el disco más importante y decisivo de la música española.

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Sus canciones se confunden con los recuerdos de nuestra propia y particular existencia: unas se corresponden con el final del bachiller, otras con la universidad, el primer amor, el inicio en el mundo laboral, un viaje, una pandilla de amigos, el nacimiento de un hijo, un cambio de casa, una oposición, una nueva vida… Cada particular circunstancia vital ha tenido en un tema de Joan Manuel Serrat el necesario referente de anclaje en la memoria para, al menos, tres generaciones de españoles.

Ahora, ha sido el momento de despedirse del cantautor, lo que significa, para alguno de nosotros, la quiebra total de una costumbre que hemos repetido año tras año, ciudad tras ciudad y momento tras momento. Le hemos escuchado en pequeños recintos, en discotecas, en teatros, en amplios escenarios al aire libre y ahora, para el adiós, ha escogido en Madrid un lugar tan inhóspito y poco amigo del sonido y la intimidad como el Wizink Center, el Palacio de Deportes, en el que únicamente han conseguido sonar bien, a lo largo de su historia, los Eagles.

adiós. Serrat es un cantante propicio a las cortas distancias, a la comunión íntima con sus historias hechas canciones, pero no había otra y allí estábamos todos con la sensación agridulce que supone saber que un ritual tantas veces repetido llegaba, al cabo de los años, a su definitivo punto final. Allí andaba, cómo no, su fiel Ricard Miralles, el hombre que con sus arreglos hizo sonar a Serrat con un estilo propio e inconfundible; también Josep Más 'Kitflus' y la jovencísima Uixi Amargós, hija del gran Joan Albert Amargós; y abajo, en el patio de butacas y en las gradas, miles de almas que reconocían cada inicio de melodía y paladeaban cada letra de canción por última vez. Emociones al límite en una ciudad, Madrid, que siempre acogió a un artista que supo hacer suyo, por derecho propio, desde sus inicios a mediados de la década de los sesenta. No era ni mucho menos, el lugar que uno hubiera elegido para la ceremonia del

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Allí, en su primera despedida capitalina, salieron, como lo harán esta noche y mañana, todos los mágicos recursos serratianos. Aunque faltaron temas, algo inevitable con un repertorio tan amplio, si puede decirse que estuvieron todos los que son. Con voz trémula y el vibratorio fatigado por los años, Joan Manuel convocó a 'Penélope' y a 'Lucía', se subió al 'Carrusel del Furo', nos sumergió en el 'Mediterráneo', evocó los 'Cantares' de Machado y las 'Nanas de la cebolla' de Miguel Hernández, nos recordó que 'Hoy puede ser un gran día', y que 'Es caprichoso el azar', emocionó al público con 'Esos locos bajitos' y terminó, como lo hace siempre desde que uno lo recuerda, bajando la cuesta porque arriba, en su calle, «se acabó la fiesta». Lo malo es, ay, que en las calles de nuestras vidas también. Gracias por tanto, Serrat. Fins sempre.

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