Serrat, durante un concierto. Efe

Serrat deja los escenarios

Dados rodando ·

«Sin ocultar nunca sus raíces progresistas, ha apostado siempre por el diálogo y el entendimiento. Por ello, los talibanes independentistas le acusan de 'traidor'»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 7 de diciembre 2021, 07:45

Habré visto y escuchado a Joan Manuel Serrat en directo en más de cuarenta ocasiones, en todo tipo de ciudades, formatos y escenarios. Le he entrevistado una docena de veces y sus discos han sido la banda sonora de mi vida, hasta el punto de ... ser capaz de asociar cada una de sus canciones a un tiempo personal determinado. Además, siempre he creído que, salvando todas las distancias, el 'Noi del Poble Sec' ha sido nuestro Bob Dylan hispano. Ahora, anuncia que abandona los escenarios y que a sus 78 años, plantea una gira global que supondrá su adiós al público y a los músicos que siempre le han acompañado, encabezados por el imprescindible Ricardo Miralles.

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A Serrat le han disfrutado cuatro generaciones completas. En su haber hay que apuntar la que es, seguramente, la mejor canción jamás compuesta en español, «Mediterráneo» y, junto a ello, la impagable labor de recuperación y difusión popular de poetas como Antonio Machado, Miguel Hernández o Mario Benedetti. El «Nano», como le llaman sus amigos, se convirtió muy pronto en un artista universal que ha tenido en América Latina un referente vital y artístico sin el cual no puede entenderse su carrera. Públicos entregados, aficionados ávidos de escucharle cada vez que ha salido de gira, una legión ingente de seguidores y una admiración incondicional, han jalonado su trayectoria artística hasta situarlo en lo que es, un referente musical y literario que nadie ha llegado a alcanzar al mismo nivel. Podríamos hablar, quizá, de Joaquín Sabina, un devoto de Serrat, con el que ha realizados dos largas giras, la ultima de las cuales terminó con una abrupta caída del escenario del artista de Úbeda, en febrero de 2020.

Joan Manuel ha decidido sabiamente que ya tiene una edad y que a él no le retira las pandemia. Quiere tomar personalmente la decisión de despedirse de las actuaciones en directo y, sin renunciar a seguir reencontrándose con las gentes, las comidas y las bebidas de cada lugar, lo hará, a partir de 2023, como simple viajero, sin tener que subirse ya a ningún escenario. En abril, comenzará su ultimo tour, en Nueva York, y en diciembre lo finalizará en su Barcelona natal. Allí, se producirá la desconexión definitiva con el público, cuando esté en el último año de sus particulares setenta y se planteé, quizá, un último disco con nuevas canciones.

Se trata de una decisión sabia, una reflexión de madurez que hay que aplaudir porque los mitos no resisten la decadencia y Serrat no quiere que ese momento ocurra ante los fieles de todo el mundo que le han encumbrado al lugar artístico que con toda justicia ocupa. Merman las fuerzas, se resiente la voz y flaquea la inspiración: es razonable. Por eso, en este momento, cuando dibuja el final voluntario de su carrera, sólo cabe subrayar un sentimiento de profundo agradecimiento. Nos ha hecho felices con sus canciones, mejores personas con su música y más abiertos de miras con su insobornable actitud ciudadana.

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Cuando tenía trece años, en Valladolid, aprendí de memoria 'El Drapaire' y 'Me'n vaig a peu', aquel disco sencillo, rayado por el uso, en el que descubrí que el catalán era un idioma en el que merecía la pena bucear, cuando nadie pretendía imponerlo a la fuerza. Joan Manuel Serrat, sin ocultar nunca sus raíces progresistas, ha apostado siempre por el dialogo y el entendimiento. Por ello, los talibanes independentistas le acusan de «botifler», «vendido» y «traidor». Seguramente, no acudirán a sus últimos conciertos. Ellos se lo pierden

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