![«... Por su seguridad»](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202008/13/media/cortadas/GF4MZFJ1-k0KD-U1101047154305kAC-1248x770@El%20Norte.jpg)
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El viajero llega a la estación ferroviaria con la antelación exigida por Renfe debido a las medidas sanitarias y se dirige a la tienda de prensa para comprar los periódicos del día. Allí se topa con la primera sorpresa, la tienda está cerrada. «Es por ... la crisis del coronavirus», explica un operario, y, claro, l cliente no sabe muy bien qué relación guarda el 'bicho' acechante con el hecho de que uno pueda adquirir unos diarios que si puede comprar en cualquiera de los kioscos situados fuera de la estación. Las salas club también están cerradas, por la crisis sanitaria, y lo mismo ocurre con los bares y cafeterías, así que el sufrido viajero, sin prensa y sin café, se dirige a su tren, comprobando en la puerta de embarque que la distancia social es una recomendación que algunos se dejan en casa. Una vez acomodados en el vagón se informa de que «por su seguridad» no funciona el restaurante del convoy ni es posible aprovisionarse de una botella de agua. Y, nuevamente, el usuario no alcanza a comprender qué peligro encierra un refresco o un envase de plástico con líquido al que si puede acceder en cualquier bar sin riesgo alguno para su salud. ¿Y auriculares...? Tampoco hay, «por su seguridad», como si el facilitar este servicio en envase cerrado fuera un elemento propagador del coronavirus. En fin, la 'nueva normalidad'.
El sufrido viajero llega a su hotel después de un viaje con el aire acondicionado averiado y sin haber podido siquiera humedecer sus labios, allí se le dice que hay demora en la entrega de las habitaciones «por las medidas de seguridad», aunque más tarde descubre que la causa es que hay sólo dos camareras por planta, porque el resto del personal está aun en el ERTE de la empresa. Luego, en la habitación, comprobará desolado que el mini bar está vacío, «por su seguridad», y que tampoco es posible conseguir una botella de agua en el bar del establecimiento que también está cerrado argumentando idénticos motivos. ¿Hay peligro en tomarse un café, pedir una cerveza o saciar la sed con agua en la barra de la cafetería? Al parecer si, mucho, por eso está clausurado. Pero el riesgo se conjura saliendo del edificio y dirigiéndose a cualquiera de los sitios abiertos a pocos metros. Misterios de la nueva situación.
Con todo, lo mejor es de lo del desayuno en determinados hoteles. Como el sistema de buffet clásico no es viable, hay algunos que sirven a la carta en su restaurante, pero otros, para ahorrarse personal, que aún tienen en el ERTE, optan por entregarlo en las habitaciones. Como los camareros son escasos, o hay sólo uno, el turno se completa enseguida y a poco que el cliente se descuida sólo puede acceder al de las siete de la mañana, lo que en vacaciones es una faena. Lo desopilante es escuchar la surrealista explicación que la encargada de recepción le da a una pareja, veterana usuaria del hotel, que acostumbraba a tomar una copa de cava con su primera comida del día: «No, señores, lo sentimos, cava no servimos por las actuales circunstancias». Y allí queda, cavilando el matrimonio, qué se les escapa para que el café con leche, el bollo o el zumo no sean peligrosos y una copa de vino espumoso si. Ocurre que, amparados por el coronavirus, hay servicios que se escamotean al cliente sin que el precio del servicio se haya rebajado en absoluto. Y miren, lo de «por su seguridad», ya no cuela.
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